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El Museo Británico celebra el placer sexual a través del 'shunga'

Bajo el título 'Shunga: sexo y placer en el arte japonés', la institución inglesa propone, hasta el 5 de enero, un recorrido inédito por tres siglos de tradición 'ukiyo-e'.

Publicado: 18/10/2013

Furiosas escenas de tocador. Apasionadas volteretas. Sensualidad. Amantes en celo que se devoran a besos y se funden en uno solo cuerpo. Una cortesana cuyo rostro evidencia el éxtasis puro que se esconde tras ojos entornados y párpados pintados; los espasmos recorren los dedos de sus pies, que apuntan al cielo en un gesto involuntario. Así son las 'imágenes de primavera' o 'las escenas del mundo flotante' del 'shunga', elegantes representaciones de las prácticas sexuales del Japón Tokugawa (1603-1868) que incorporaban diferentes agentes de la sociedad del momento: samuráis, monjes budistas o comerciantes (a menudo aparecían seres fantásticos o mitológicos). El arte era un espacio para abandonar las normas y entregarse por completo al goce. Bajo el título 'Shunga: sexo y placer en el arte japonés', el Museo Británico celebra el placer sexual en el arte japonés con un recorrido inédito por tres siglos de historia, que, hasta el 5 de enero, exhibirá piezas claves de autores como Kitagawa Utamaro, Torii Kiyonaga, Katsushika Hokusai, Hosoda Eishi o Utagawa Kuniyoshi.

Gracias a técnicas xilográficas de grabado a partir de planchas de madera, los grandes maestros del 'ukiyo-e' reflejaban en sus obras los distritos consagrados al placer (especialmente, Yoshiwara), la energía de los actores 'kabuki' o los espectáculos callejeros. Precursora del 'tentacle erotica' (exclusivo del 'hentai-horror' japonés), la estampa 'shunga' más icónica (reinterpretada por Pablo Picasso o Auguste Rodin) es 'El sueño de la esposa del pescador' de Katsushika Hokusai, donde una recolectora de perlas, en armonía con el sintoísmo, aparece sexualmente entrelazada a dos pulpos. Con un texto que bordea el encuentro sexual, la mujer y los octópodos expresan su satisfacción. El esplendor de 'la revolución azul' vino de la mano de 'La Gran Ola de Nanagawa', la primera imagen y más conocida de la famosa serie 'Treinta seis vistas del Monte Fuji', de la que se reprodujeron miles de copias a partir del molde original. El suave y fugaz tono pasó a engrosar las colecciones privadas europeas para convertirse en uno de los grabados más populares entre los marchantes.

Para suerte de los impresionistas y postimpresionistas franceses: el trazo estilizado de Utamaro Kitagawa, que poniendo énfasis en la luz y en la calidad pictórica creó escuela para contribuir al desarrollo posterior del arte. La belleza etérea e irreal de sus geishas, de distinguidas poses y sofisticada indumentaria fijó cánones sobre el encanto femenino. Basada en una pieza literaria, 'Poema de almohada' despliega el arte de ocultar y revelar a musas espectrales tras increíbles veladuras y transparencias. Con el tratamiento del ropaje y los sutiles primeros planos ('okubi-e') de rostros a través de espejos ('Chica con espejo'), demostró un dominio de la técnica sin precedentes. Tanto que le valió el reconocimiento en vida. La cotidianidad como el acto de aplicar el maquillaje, detallismo en el peinado, gestos elocuentes, la gama de colores (burdeos, ciruela, grises, ocres y tonos tierra) y sus cuellos pálidos y desnudos, transmiten un delicado y misterioso refinamiento. Absolutamente maravilloso a la hora de filtrar la realidad desde su óptica y convertir al espectador en un testigo de la escena.

Un perfumado olor a incienso

Considerado una autoridad en la impresión del color 'nishiki-e', Torii Kiyonaga hizo suyas las afamadas composiciones de mujeres bellas ('bijinga'). Los baños públicos, 'las habitaciones del placer' y el 'kabuki' fueron el caldo de cultivo de una trayectoria que es un canto a 'la alegría de vivir' (tema que se convertiría en un lema francés). En el 'emakumono' 'Handscroll for the Sleeve(rollo ilustrado con diferentes secuencias), las líneas contorneadas dan forma a la primera experiencia sexual de una joven acomodada que tapa su boca con timidez. En otra línea, Utagawa Kuniyoshi, que desde joven quedó impresionado por los impresos de plebeyos y guerreros donde hombres comunes se enfrentaban a seres bestiales en escenarios imposibles. Tanto es así que estas escenas fantásticas marcaron su evolución posterior. Caso del tríptico 'The earth spider conjures up demons'.

De preciosismo exquisito, Hosoda Eishi, que aplicó a sus pinturas colores vibrantes y toques de pan de oro. Su obra de perfumado olor a incienso marca la transición de la tradición 'ukiyo-e' hacia la estampa contemporánea. La representación gráfica del desembarco de la cultura occidental a los puertos japoneses queda plasmada en 'Erotic scenes in Nagasaki', en la que una concubina mantiene relaciones con un holandés mientras una ventana abierta dirige la mirada hacia el mar.

Con un arte que pretendía provocar excitación sexual, estos viejos artistas nipones sedujeron a la Europa decimonónica. Poco a poco, el interés por los objetos artísticos del Asia oriental fue en aumento, suponiendo un revulsivo en las manifestaciones occidentales y un acontecimiento en su renovación plástica. Además estas pinturas eróticas y explícitas, prohibidas en Japón durante gran parte del siglo XX, fueron fuente de inspiración para pintores de la envergadura de Henri de Toulouse-Lautrec, Claude Monet, Edgar Degas, Aubrey Beardsley e, incluso, para músicos como Claude Debussy y su célebre 'La mer'. Actualmente, en Japón la sombra del 'shunga' es alargada: cine, manga, anime o tatuaje.

María José López

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