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'Tenemos la carne' de Emiliano R. Minter

'Tenemos la carne' es una vorágine de sensaciones perturbadoras que resumen la provocación y la excitación poética de Alejandro Jodorowsky.

Publicado: 01/11/2016

Emiliano Rocha Minter se masturba pensando en Gaspar Noé, recreando un rojizo film experimental dentro de una cavernosa estancia, cerca del seno de nuestros profundos pensamientos e intestinos. Una narración dispersa que salpica nuestro interior con una serie de imágenes que impregnarán nuestros sueños más húmedos.

El director novel, que fue expulsado en tres ocasiones en su etapa universitaria, explica muy brevemente en su primer largometraje cómo dos hermanos (María Evoli y Diego Gamaliel) llegan a una casa abandonada. Allí se encontrarán a Mariano (Noé Hernández), un peculiar individuo que les mostrará las oscuras entrañas de su vida. Pronto convertirán la estancia en una cueva que recreará nuestro propio interior, ubicándonos en un lugar atemporal, enfatizando su mensaje sin exteriores ni grandes planos. Emiliano nos sitúa en un paisaje visceral que desencadenará una serie de nuevas escenas que podrían pertenecer a 'A serbian film', mostrando al espectador el incesto y el sexo explícito con constantes pasajes agrios que Mariano irá recitando.

El film es un viaje a nuestros deseos más obscenos, estimulando nuestros pensamientos más sucios y prohibidos, proponiéndonos despojarnos de toda nuestra castidad para adentrarnos en una lasciva cotidianidad. Pero su promiscuidad y su abuso de la provocación nos resultará algo alarmante. Su única finalidad se basará en mancillar al público de la sala, minuto tras minuto, sin ninguna trama que pueda dotar de coherencia a ese conjunto de acciones que se nos muestra, un guion incorpóreo que juega a estimular deseos sexuales. Desnudando su película sólo nos encontraremos claras referencias sin percibir ninguna esencia de un denominado estilo personal. El peso del film recae en sus preferencias cinematográficas, saboreando el tándem Gaspar Noé y Benoit Debie hasta límites insospechados, y rehaciendo sus escenas favoritas en un alarde de complejo narcisista.

Emiliano Rocha Minter ha querido ir a contracorriente del cine convencional intentando provocar en todas las escenas de su debut, hurgando en la pornografía sin pensar en el erotismo. Olvidándose de que a veces sugerir exhibe más que el propio sexo explícito, descuidando la inteligencia del espectador y la propia invitación a la reflexión.

Alicia Escribano

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