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A propósito de los Oscars 2011

Febrero siempre es un chollo cinematográfico. La cercanía de la entrega de los Oscar, pese a quien pese, los premios número uno del planeta, estimula la cartelera a unos niveles desconocidos en el resto de los meses del año, con excepción de la temporada estival, donde se acumulan cuantos más ruidosos rompetaquillas mejor. Da gusto ver la cartelera y tener donde elegir, siendo casi seguro que si bien es más que posible que no vayas a ver la película de tu vida, si que tienes asegurado un mínimo de calidad y, por qué no decirlo, de excelencia. Así pues, es una buena ocasión para repasar los principales títulos candidatos, adelantando que la cosecha de este año en cuanto a los elegidos principales resulta de una calidad notable e incluso sobresaliente en muchos de los casos.

Publicado: 26/02/2011

Empecemos por los más flojito, esas "127 horas" del inclasificable Danny Boyle. Resulta verdaderamente curioso como tras engatusar a medio planeta con un bodrio de proporciones épicas titulado "Slumdog Millonaire", no haya dado en la diana con una película que a pesar de no ofrecer nada del otro jueves resulta infinitamente más satisfactoria que la innombrable. Boyle adapta su estilo desenfrenado, speedico, de montaje frenético, para contarnos la odisea de una persona atrapada en lo más profundo de un cañón en medio de la nada, que finalmente se ve obligada a cortarse la mano para poder escapar con vida y volver a la civilización.

Resulta curioso y a veces estimulante como Boyle consigue dar acción a la inacción más absoluta, dotando a la película de un dinamismo mayor que cualquier film de acción de hoy en día. Pero si por algo cobra vida el film es por el esforzadísimo tour de force interpretativo de James Franco, cuyos gestos, que pasan por todos los estados de ánimo posibles, resultan infinitamente más emotivos y emocionantes que la efectista dirección de Boyle. Sin duda alguna, una de las previsibles perdedoras de la noche, pero con todo una obra estimable y, sobre todo, muy entretenida.

Sigamos con "The Figther". Historia de superación personal y de redención con el boxeo de telón de fondo. Cuenta la historia real de un boxeador de origen irlandés que, a pesar de la rémora de su familia, consiguió triunfar sobre todas las adversidades. Lo original de la propuesta radica en el contexto en el que se enmarca la acción, a saber, el seno de una familia disfuncional de ocho hermanos (seis mujeres y don chicos) en el que planea la sombra de una madre controladora y absorbente.

Más preocupada por las relaciones personales que por los combates de boxeo, exentos de cualquier tipo de glamour, comienza como una drama familiar para acabar tornando en una historia de superación deportiva más convencional. En esa primera parte, la película resulta sólida como una roca apoyada en un trabajo actoral de primera en la que brillan con luz propia una excepcional Melisa Leo como la desagradable madre de familia y un espectacular dueto entre un estoico Mark Walberg (jamás estuvo mejor que aquí) y un descontrolado Christian Bale que se entrega en cuerpo y alma al papel de hermano drogadicto en una interpretación memorable y emotiva (quien me diga que no se emociona al final cuando aparecen sentados en el sofá es que tiene el corazón de hielo). Su segundo tramo entra de lleno en los convencionalismos del género en el que se enmarca sabiendo tocar a la perfección la fibra sensible de todos los espectadores. Vale, no tiene el calado emocional de su primer acto, pero que más da cuando uno se implica hasta el punto de querer saltar al ring para pelear junto al púgil protagonista. Unos probables Oscars secundarios que premiarían a un casting coral en estado de gracia.

"Cisne negro" nos ofrece un tratado brutal sobre la esquizofrenia. Lo tiene todo, desdoblamientos de la personalidad, madres psicóticas, envidias entre bastidores, erotismo sáfico, terror en estado puro y barroquismo exacerbado. Obra excesiva, obsesiva, maniaca y absorbente que hubiera hecho las delicias de un Brian de Palma pasado por ácido y a la que Darren Aronofsky consigue dotar de un sentido del espectáculo y del ritmo envidiables, consiguiendo un espectáculo de primera que contra todo pronóstico se ha convertido en rompetaquillas a nivel mundial. Algo increíble para una película que, transcurriendo en el mundo de la danza, acaba transmutando en una película de género casi terrorífico de impecable factura formal que te mantiene con el corazón en un puño durante su alucinante clímax.

Resulta obvio cantar las alabanzas de su principal actriz, una Natalie Portman que cuesta creer que tras terminar el rodaje pudiera desprenderse con facilidad de un personaje tan complejo y visceral como este. Un Oscar cantado y merecido para una interpretación que entra con justicia y merecimiento en los anales de la historia del cine. Un diez para su director que esperemos no calme su personal forma de concebir el cine en su futura "Wolverine".

Vamos con la presumible ganadora de la velada, "La Red Social". Ya le toca a Fincher. Artista total dotado de una envidiable habilidad para fundir imagen y sonido en imágenes imperecederas, viene a ser al cine lo que Goya era a la pintura, un genio capaz de pintar el aire. La génesis de Facebook le sirve al director, de la mano del prodigioso guión de Aaron Sorkin, para contarnos una historia de degradación de la amistad, de la necesidad de ser aceptado a toda costa, de ambición, pero sobre todo de la incapacidad para empatizar y comunicarse con quien se tiene delante. Todo ello en el seno de un mundo global, en la antesala de la creación de la mayor red social informática que a la vez que permitió podernos comunicar con cualquier habitante del rincón más despoblado del planeta, nos alienó frente al ordenador y nos convirtió en fotos en un muro y componentes de grupos a cada cual más ridículo.

Obra extraordinaria, dotada de un ingenio inusual y dirigida con mano firme por Fincher. Resulta hipnótica por lo realmente bien hecha que está, por su elegancia, su sobriedad y por su interés creciente. Nada resulta innecesario, todo cuenta, todo se disfruta. Película de obligada visión para cualquier amante del buen cine y que a buen seguro se llevara la cosecha de premios principales de la velada salvo sorpresa mayúscula.

Y vuelven los Coen en un estado de forma magnífico. Auténtica delicia este "Valor de Ley" que nos devuelve el western más clásico sin dejar de ser en ningún momento una película de los tremendos hermanos. Film ninguneado en los Globos de Oro a favor de obras de un mayor calado intelectual como "Alicia en el País de las Maravillas", "The Tourist" o "Burlesque", supone una de las más completas y mejores obras de los Coen, que ya es mucho decir, devolviéndonos a la década de los noventa donde nos dieron algunas de sus mejores obras (aunque todo hay que decirlos, salvo su bodrio de ópera prima, no tienen nada malo). Todo brilla en el film, pero no puedo dejar de hacer referencia a una fotografía que sobre todo en sus ambientes nocturnos la dota de un aire irreal de una belleza arrebatadora, casi como de cuento de hadas en el que es sin duda el mejor trabajo de fotografía de la terna de nominados.

Jeff Bridges hace suyo el inolvidable papel que inmortalizó el bueno de Wayne, recibiendo la réplica de la roba escenas Hailee Steinfeld, maravillosa en su papel de niña precoz a la caza del asesino de su padre. Su aire desenfadado y liviano le restará puntos de cara a posibles premios, siendo otra de las probables perdedoras de la noche. Pero es ese mismo aire de comicidad la que la convierte en total cómplice del espectador que no dejará de emocionarse con uno de los finales más emotivos y hermosos que un servidor recuerda. Obra absolutamente mayor de los Coen.

A continuación viene quizá la única de las películas que puede hacerle sombra a "La Red Social", a pesar de haber perdido frente a ella en los premios en los que han estado una frente a la otra, me refiero a "El Discurso del Rey". Convertida ya, junto al "Cisne Negro", en la película revelación de la temporada, nada malo se puede decir de ella, salvo que es más recomendable verla en versión original. Otra que lo tiene todo para gustar a los miembros de la Academia, historia de superación personal e inquebrantable amistad en el seno de un marco histórico de lo más interesante. Como decía, nada malo se puede decir de ella. Está dotada de la clásica elegancia del cine de época británico y realizada de forma absolutamente impecable, siendo una clara muestra de hasta donde puede llegar un director con talento bien apoyado en un guión simple pero preciso y unos actores absolutamente maravillosos.

Heredera del pigmalion más clásico, comienza como una película de época, avanza en la relación entre profesor y alumno, y finaliza casi como una película de suspense con ese discurso final digno del mejor Hitchcock. Posee una de las historias de amistad más bonitas y atípicas que se hayan podido ver en el cine y te deja con una sonrisa en la boca cuando se encienden las luces. ¿Qué más se puede pedir?. Sí, una interpretación también para el recuerdo y el Oscar más cantado de la noche.

Le toca el turno a "Toy Story 3". ¿Qué puedo decir yo que no haya dicho ya de la factoría Píxar? Seguro que nada. Simplemente una obra maestra que llega directa al corazón como una flecha porque está llena de sentimientos que todos hemos tenido. Un cierre magistral para una trilogía inolvidable que fue la antesala de un mundo animado sin fronteras. El paso de la niñez a la madurez, la necesidad de aceptar la renuncia a lo que te fue muy querido, no miento si digo que se me escaparon unas lágrimas y se me hizo un nudo en la garganta en sus memorables cinco minutos finales. Jamás unos muñecos tuvieron tanta alma.

Hablar a estas alturas de su perfección técnica resulta una tontería. Simplemente una película perfecta que hará las delicias de niños y mayores ahora y dentro de 100 años convirtiéndose en una obra imperecedera e historia del séptimo arte. Ahí es nada.

Ya que no he podido ver ni "Winter's Bone" ni "Los chicos están bien", termino con "Origen". Para un servidor, la mejor película del año, y desde luego pieza clave en la historia de la ciencia ficción desde este mismo instante. Simplemente bochornoso el ninguneo a la que la academia la ha sometido privándole de dos nominaciones indiscutibles como mejor director y montaje (su largo clímax entre cuatro niveles de sueño resulta no solo fascinante, sino una de las labores de montaje más titánicas y precisas de la historia del cine merecedora directamente del Oscar sin mayores consideraciones). Quizá el Oscar al mejor guión pueda paliar el hecho de estar limitada a premios técnicos de menor calado.

Sin embargo, el favor del público lo tiene. Esta obra cumbre convierte a Nolan (tras su extraordinaria segunda entrega de Batman) en la esperanza del futuro blockbuster. Un tipo que con su personal visión sobre la etérea realidad de los sueños ha conseguido fundir espectacularidad y contenido de una forma como no se veía desde el mejor Spielberg. Para el recuerdo quedan en la retina imágenes de una belleza absoluta como el paseo por ese París cambiante, la alucinante secuencia en el hotel, la arrebatadora y obsesiva historia de amor fatal del protagonista, su extraordinaria banda sonora, el paseo de los ancianos por la ciudad de los sueños, la precisión de su alambicado guión y como siempre, un DiCaprio fantástico, propietario de una de las cinematografías más completas del cine actual y universal. La obra de un genio que ya no tiene vuelta atrás y que espero no sea víctima de las expectativas que él mismo ha generado.

Carlos Polite

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