Aunque no convenció a la crítica tras su pase en el Zinemaldia, la nueva película de Denis Villenueve seguramente reciba una mejor acogida en el próximo Festival de Sitges.
Publicado: 25/09/2013
Inspirada libremente en 'El hombre duplicado' de José Saramago, 'Enemy', el primero de los dos proyectos que Denis Villeneuve presenta en el Zinemaldia este año, es un collage visual rebosante de referencias cinematográficas y literarias ('El doble' de Dostoievski, por citar alguna), y, tal vez por ello, no es especialmente original en su argumento y desarrollo. Además de los 'déjà vu' continuos y las alusiones a los universos conceptuales de grandes directores (lo cronenbergiano, lo lyncheano, lo kubrickiano) reducen los aciertos de una película que apuesta por el alto vuelo. Sin embargo, es imposible quitártela de la cabeza después de su visionado, intentando buscar un sentido y atando los cabos dispersos de este 'mindfuck''. Lo cierto es que sea como fuere siempre resulta estimulante la representación de la disociación de la identidad, un tema que desde luego no le es ajeno al séptimo arte: el doble, cultivado en los orígenes del cine por el expresionismo alemán. En esta línea, quizá y el referente fílmico más cercano a la reflexión sobre el desdoblamiento del yo sea 'El estudiante de Praga', inspirada en el 'Fausto' de Goethe y en el cuento 'William Wilson' de Edgar Allan Poe, donde el protagonista proyecta sus miedos y su lado más oscuro en un doble literalmente imaginario.
“El caos es un orden por descifrar”. Con esta frase arranca un film de corte fantástico que se centra en la figura de un profesor apático, que combina su rutina universitaria y sus clases sobre totalitarismos, mecanismos de control y la historicidad en Hegel, encontrándose de manera monótona con una mujer que probablemente no sea el amor de su vida. El descubrimiento casual de la existencia de una persona físicamente idéntica a él, un actor de tercera con trayectoria efímera, desencadena la pesadilla. Poco a poco, el protagonista materializará sus máscaras y sus obsesiones en una imagen que representa su 'alter ego', un 'Otro' turbio y persecutorio que servirá al film para tomar ritmo de thriller. Basculando luz y oscuridad, como si se tratara de una especie de Jekyll y Hyde, Jake Gyllenhaal se precipita hacia un viaje sin retorno por los abismos de la razón para explorar los rincones más insólitos y monstruosos de su psique. Pero qué sucede cuando este yo es autónomo del sujeto que lo origina, hasta tal punto que el espectador se pregunta: ¿quién es realmente el extraño?
La aparición de Isabella Rosellini, en una escena de lo más confusa pero muy esclarecedora si se pretende desenmarañar la trama, bien podría considerarse un pequeño homenaje a David Lynch (también la importancia de lo onírico), o el prólogo, que con una atmósfera de ensoñación y puesta en escena a lo 'Eyes Wide Shut', retoma las oscuras fantasías sexuales que Kubrick volcó en su último trabajo, aunque desde una óptica claramente subterránea. Mélanie Laurent ('Malditos bastardos') y, sobre todo, Sarah Gadon (apuntaba maneras en el 'Cosmópolis' de Cronenberg) justifican que la elección del canadiense por las rubias no sea causal, plegándose a uno de los tópicos del legado hitchcockiano para realzar el suspense del relato, que comienza con algún amago de metacine y una invitación a la ficción guiada por una diva hollywoodiense. Claro que una de sus mayores bazas es su halo de extrañamiento, propiciado por el score (entre lo pendereckiano y lo ambiental) y una fantasmagórica fotografía que asfixia los paisajes urbanos e inertes de Toronto, custodiados por una suerte de 'Mamá' de Louise Bourgeois.
Nota: En la rueda de prensa alguien preguntó si “la araña que aparece al principio tiene el mismo significado que el monolito en '2001: una odisea en el espacio'”. ¡Ahí queda!