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Actor fetiche de Tsai Ming-liang, Kang-sheng consiguió con su segundo largo despertar en la crítica todo tipo de reacciones encontradas. Jane Liao, Dennis Niueh y Yi Ivy acompañan a Kang-sheng en este film descrito por la prensa como un conglomerado de "escenas de alimentos, cocina y sexo que procuran provocar el asco, en medio de la psicodelia de las discotecas de la década de los años 2000". En declaraciones a la agencia EFE, Kang-sheng comentaba que se puede entender como una película autobiográfica que refleja la situación actual de la juventud taiwanesa.
Siguiendo los postulados estéticos y temáticos de su mentor, la historia nos ofrece un retrato de jóvenes solitarios y alienados deambulando por el paisaje urbano taiwanés mientras mantienen encuentros sexuales esporádicos más allá de los deslumbrantes neones. Ah jie acaba de perder todo su dinero en una arriesgada inversión en bolsa. Arruinado y deprimido se encierra en casa a cuidar la plantación de marihuana que cultiva para consumo propio y que tiene oculta en un armario. Decide llamar al teléfono de atención a suicidas y la voz que oye al otro extremo consigue sacarlo de la apatía. Es una voz deliciosa, dulce y consoladora que Ah jie utilizará a partir de entonces para sus propias fantasías sexuales. Cuando conoce a la dependienta de una tienda de frutos secos, muy sexy, desinhibida y más que dispuesta a jugar con él, Ah jie se entrega con ella al placer físico mientras en su cabeza sigue presente la voz del otro lado del teléfono.