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Los cortos de Escorto (Escorto 2006)

Publicado: 02/10/2006

Creo que uno de los mayores aciertos por parte de la organización de este Escorto 2006 fue programar, en su Sección Oficial, una selección de cortometrajes especialmente heterogénea y variada que daba cabida a formas expresivas y temáticas ricas precisamente en su diversidad.

Para empezar, a estas alturas no debería sorprendernos la buena salud del cine de animación y muestra de ello eran las sobresalientes propuestas de género presentadas en este certamen. En un panorama cinematográfico dominado por el desbordante mundo de Píxar y la exquisitez del más reciente anime, piezas como “El corazón delator” y “La leyenda del espantapájaros” se alzan como paradigmas de preciosista personalidad y creatividad. En el caso de la obra de Raúl García, merecidísimo primer premio, no es sólo la confluencia de elementos inequívocos de lo fantástico sino su plasmación de porte bellamente clásico en forma y en contenido lo que estremece una vez ya hipnotizados por la narración de un invitado excepcional de ultratumba (ni más ni menos que Bela Lugosi). En cuanto al cortometraje de Marco Besas, la hermosa presentación de esta historia de corte burtoniano, excelente en todos sus recursos, remite al espectador a ese universo conocido de personajes solitarios que sólo buscan su lugar en el cosmos chocando incansablemente con la dura capa de lo real social. Ambos funcionan como el perfecto relato de medianoche, terrible e inquietante a veces, tierno y triste en otras.

1.Descubrir tanto énfasis emocional en lo artificialmente animado lleva a preguntarme sobre la existencia de algo tan tedioso y estúpido como “Dos veces”, una escenificación aburrida de un amor que ya no lo es recurriendo a propuestas de asombrosa frialdad. Esta carencia de interés surgida de aquello que aspira a mayores posibilidades dramáticas conduce al cuestionamiento de la nueva tragedia contemporánea. Dentro de esta selección a concurso creo que se pueden destacar más interpretaciones sobre las que recae todo el peso dramático que grandes películas en su conjunto. Modestos y humildes en su apariencia, pero particularmente dolorosos en su sentir, retratos humanos desgarrados como los de “Botellón”, “Enganchados” o “Cosas que pasan” deslumbran casi siempre por la presencia de un gran actor. Nuevas narraciones sobre universales comunes donde se citan la soledad, la amistad, el miedo o la rabia, que en manos de un gran intérprete dignifican el relato dándole cercanía. También la buena producción y el diseño inteligente acompañan el protagonismo carismático y lo terrible de lo circunstancial. Así “Avatar” es firme exponente de la tragedia de tintes agónicos que maneja los destinos del duelo interpretativo psicológico Rosana Pastor y Sebastián Haro, pero que queda en lo simplemente correcto por dejar esa sensación que indica que faltó algo por rematar. Posiblemente el drama más aplaudido fue “La Guerra”, portador de indudable valía pero que a un servidor le pareció un catálogo de tópicos y situaciones que buscan con excesiva premura la incomodidad amarga en el espectador, basándose en la premisa “cuanto más sórdido mejor”. Por lo menos cuenta con el beneplácito de lo que está bien narrado, cosa que no sucede en “Sur”, brillante producción en lo visual (gran exhibición fotográfica sin duda) pero que no acaba de apropiarse correctamente en lo textual de las tensiones y contradicciones de su contexto por invocar cierta confusión. Precisamente confusión es lo que siento cada vez que veo “Hiyab”, pieza directa que siempre intento contemplar como manifestación de un bochornoso episodio de imposición del dogmatismo occidental sobre el relativismo cultural Como mínimo me inquieta en la butaca de la reflexión, algo que no lograría “Clases particulares”, pequeña captura de relaciones interpersonales que no me resulta especialmente llamativa ni sugerente.

Afortunadamente, entre tanta historia cruda (y a veces efectista), hay sitio para destellos de comedia, opción preferida del grueso de público asiduo a estos festivales. Comedias amables, costumbristas y de agraciado reparto como “Éramos pocos” compiten con frescos románticos e hilarantes en la línea de “Sintonía”. Su ligereza y sus buenas intenciones hacen llevaderas y entretenidas vivencias pasajeras y entrañables apenas digeridas en unos pocos minutos. Sonrisas que puede despertar “La canción de Fémerlin”, cariñoso homenaje al celuloide mudo del que sabiamente recoge sus directrices fundamentales desde la nostálgica inventiva actual. Sólo peca de una duración excesiva pero por lo demás sobresaliente (y ojo a mi querido Saturnino García). Sin embargo creo que en esto del humor la palma se la lleva Jim Box, imprescindible en toda cita de estas características que se precie. Presentó “Take Off”, cortometraje casual, magníficamente montado, que sorprende por su narrativa ágil y desenfadada, haciendo cómplice al espectador de su discurso visual y temático particular. Al contrario, cogiendo de aquí y de allá, “El Gran Zambini”, nueva exposición de lo extraordinario en lo cotidiano, aguarda su turno para explorar la vena más sensible a base de magia circense, infancia recuperada y fantasía ensoñadora, cayendo en algunos momentos en lo forzado pero siempre en los cauces de lo estimable.

Ciertamente uno se deja llevar por su filias y prejuicios, por lo que no me queda más remedio que confesar mi agrado hacia la fantaterrorífica “Casa”, digna sucesora de los mejores momentos del serial fantástico y tan intuitiva como muchos de ellos. Vista como fantástico extraño y existencial, “En el hoyo” puede ser otra aportación aterradora y angustiosa que desgraciadamente no obtuvo recompensa en el palmarés.

Mención aparte para los dos documentales a competición, el interesante y curioso (aunque excesivamente aletargado) “Los alcantarilleros de París”, y la disfrutable historia de sueños y ambiciones de “Regular”, algo marcado por su factura televisiva.

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