Situar el dinero, la pasión amorosa y la venganza como únicos móviles posibles para la consecución de un crimen es tan erróneamente taxativo como eludir los derroteros a los que pueden encaminar las acciones de una madre dispuesta a cualquier cosa con tal de proteger el honor y la integridad física de sus retoños. Una conducta instintiva que no difiere demasiado de las ciegas fuerzas de la naturaleza que ejercen su influencia en nuestro entorno medioambiental. Éste es el quid de la cuestión que Bong Joon-ho plantea en "Mother", un melodrama tan intimista como lacerante que como en sus trabajos previos aborda con similar visceralidad la adversidad familiar, el suspense hitchcockiano y la delación de los procedimientos de los que hacen gala los instigadores de la sociedad del miedo.
En su obra más madura, el realizador de Seúl regresa al espacio rural de "Memories of Murder" para renovar sus lazos con ese thriller austero que desde la sensibilidad del cine de autor es proclive a la denuncia nada sutil y a las resoluciones incómodas. Efectivamente, el director de "The Host" sigue ahondando en las carencias de un régimen policial corrupto e ineficaz, en el poder manipulador que los medios de comunición ejercen sobre la opinión pública y en el inquietante mutismo que guardan colectividades con demasiados secretos que silenciar. Pero lo que enaltece su cuarto largometraje (si obviamos sus aportaciones a "Tokyo!" y "Digital Short Films") es su aproximación diáfana y robusta a un personaje que rebosa humanidad, un rol de indómita entereza cuyo amor incondicional hacia los suyos justifica cualquier infamia o humillación. La desdicha y la perseverancia de esa madre coraje que Joon-ho articula en todas sus posibilidades en torno al poderoso concierto interpretativo de la veterana actriz televisiva Kim Hye-ja son el motor dinámico de esta historia de espeluznante bagaje trágico.
La coreana da vida a una madre viuda cuya máxima preocupación es la tutela de su único hijo, Do-jun (Won Bin), un muchacho que a pesar de sus 27 años se comporta como un niño incauto y crédulo prototípicamente preadolescente. Ya en los primeros minutos de la cinta somos testigos de sus recursos y su terquedad cuando Do-jun acaba en la comisaría local por culpa del influjo negativo de su amigo Jin-tae (Jin Gu), un joven problemático y descarado. Pero alguien que parecía incapaz de cometer mal alguno se convierte en el principal sospechoso de la noche a la mañana de lo que aparenta ser un crimen sexual escalofriante. Una confesión bajo coacción, la tergiversación de los hechos por parte de los mass media y el clamor popular conducen a Do-jun a prisión sin veredicto justo ni beneficio de duda. Abandonada a su suerte por sus ruines abogados y despreciada por sus vecinos, el vía crucis de esta madre pasa por dilucidar en soledad y sin ayuda la verdad del caso, convencida categóricamente de la inocencia de su hijo.
A través de la reconstrucción de los eventos acaecidos la fatídica noche del homicidio, la indagación en las turbias relaciones de la víctima con los lugareños y las pistas que concluyen en terrenos cada vez más farragosos, el espectador es testigo simultáneo de los recovecos que acechan a cada paso según la trama se acerca a su desenlace, un súbito giro que clausura admirablemente la evolución de nuestra protagonista. Porque la que era una mujer segura, tenaz e intachable se transforma a lo largo del metraje en una criatura desesperada y destructiva cuyo tour de force final nos revela su faceta más frágil y desmesurada. Toda una encrucijada moral para alguien con un historial pasado que oculta un acontecimiento atroz que sólo los repentinos recuerdos de Do-jun pondrá nuevamente a flote en uno de los capítulos más peliagudos de la película.
Retratando con conocimiento de oficio el clima de desconfianza y culpabilidad que arropa al sigilo de esta comunidad rural, Bong Joon-ho se arma de todo tipo de recursos para introducirnos en la incomodidad de su microcosmos. La violencia latente, los elementos voyeurísticos, los sonidos incidentales o el insinuante score de Lee Byeong-woo. Pequeñas dosis de misterio que atrapan el estado anímico de la madre y el conjunto de sus conciudadanos. Por supuesto, también es travieso y socarrón cuando la ironía de las circunstancias así lo requiere, caso de las escenas que dan apertura y término al film. Siempre parco en los excesos propios del cliché y consciente de la moderación y el tacto que requería el material de partida.
Llegados a este punto muchos nos preguntamos aún por qué "Mother" no compitió por una Palma de Oro a la que decididamente merecía aspirar, pues como vemos atributos, sensatez y clase no le faltaban. Un empujón que ojalá y no precise para acceder a ese público que creyó advertir en su precedente la reinterpretación definitiva del kaiju eiga.