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Una Cierta Mirada: "Air Doll" de Hirokazu Kore-eda

Publicado: 25/05/2009

Una década después del estreno de la que probablemente sea su obra más redonda hasta la fecha, Hirokazu Kore-eda, cabeza visible palmaria de las más altas cotas del cine japonés coetáneo, no necesita a estas alturas dar cuenta de trabas ni de restricciones a la hora de involucrarse en proyectos en los que el persistente balanceo de géneros no puede velar un valioso hecho: las inquietudes y las disyuntivas que siempre marcaron su trayectoria permanecen intactas más allá de su adscripción al melodrama de corte fantástico o al gendaigeki como recurso con el que rendir tributo a las vacas sagradas de la cinematografía local sin perder un ápice de personalidad y estilo en el intento.

air_doll6 Una reflexión que sin disimulo viene a indicar que en "Air Doll", último trabajo del cineasta de Tokyo, el reto de asumir un cambio de registro o la implicación en material ajeno (la novela gráfica de Yoshiie Goda) obedecen en definitiva a los mismos propósitos que latían con fuerza en "Still Walking" o "After Life". Al director de "Hana" le sigue azorando el menester de sondear con cautela la efimeridad de la vida y la inexorabilidad de la muerte. La tentativa de encauzar sus indagaciones a través de la memoria, la soledad y la inocencia evita el discurso ininteligible en beneficio de relatos conmovedores, poseedores de un lúcido humor agridulce, que encuentran su alma en la vulnerabilidad humana o la impracticable posibilidad de la eternidad.

En "Air Doll", el máximo protagonismo recae sobre Nozomi (la encantadora actriz coreana Bae Doo-na), una muñeca hinchable que repentinamente cobra vida y conciencia de sí, tomando como primera decisión abandonar a su dueño Hideo (Itsuji Itao), un hombre de mediana edad que trabaja como camarero en un restaurante de comida occidental. "Me descubrí con un corazón que se suponía no debería tener" medita mientras que con ternura Kore-eda describe su encuentro con el mundo exterior que se abre tras la puerta del que hasta ahora había sido su único hogar. Una mágica toma de contacto en el que la ingenuidad y la candidez con las que se enfrenta a lo desconocido no difieren demasiado del comportamiento de ese grupo de niños a los que sigue en primer término imitando con curiosidad todos sus movimientos.

Partiendo de este acontecimiento deliciosamente surrealista, la odisea de Nozomi por hallar respuestas sobre su propia identidad es la excusa perfecta para apresar en la belleza de sus imágenes una transcripción del devenir de nuestro tiempo. Una llamada de atención que resumen las palabras del viejo escritor que conocerá en su aventura: todos, como la misma muñeca, estamos vacíos por dentro, nos sentimos completamente perdidos en la inmensidad del oceáno, y sólo alcanzamos la plenitud en la figura del Otro, el único capaz de aportar lo que nos falta, de llenarnos con su soplo de vida.

air_doll3Así, en su singular periplo, Nozomi no sólo se hará cargo de lo que significa aceptar responsabilidades cuando sea empleada en un videoclub (lo que por otro lado permite a Kore-eda desgranar algunas guindas cinéfilas realmente agraciadas), sino que también será partícipe de la órbita solipcista a la que parecemos condenados. Una joven bulímica encerrada en la tristeza de su apartamento, una mujer obsesionada con la vejez que teme al desamparo o una anciana que confiesa crímenes inverosímiles ante el asombro del cuerpo policial. Pequeños indicios de la zozobra de un sujeto contemporáneo a la deriva. Auténticos dilemas para nuestra heroína que alcanzan su punto álgido en la memorable coincidencia de ésta con su creador, un artesano interpretado por un (esta vez sí) idóneo Joe Odagiri que le descubre el fatal destino que corrieron otras que como ella se aferraron a escrutar el sentido de su viaje. En cualquier caso, el proceso de aprendizaje de Nozomi se perfila en torno a su relación con Junichi (Arata), su compañero en el establecimiento de alquileres. Los confusos sentimientos de amistad y amor entre ambos estallan en una escena macabramente hilarante donde sus aspiraciones existenciales terminan por colisionar con aquello que irreparablemente nos separa de una criatura de plástico.

Sin reproche alguno en el plano visual (la fotografía de Mark Lee hace de éste un genuino cuento de hadas), Kore-eda despierta los mayores elogios gracias a la aparente humildad y la exquisita temperancia con la que aborda asuntos tan espinosos como la tecnificación de la sexualidad (la condición de objeto de Nozomi) y la vorágine consumista que tan pronto desecha el pasado como rápido acoge lo nuevo (la facilidad con la que Hideo la sustituye). En estas consideraciones descansa el mismo hálito de melancolía que respira esa cotidianeidad que intenta prender en celuloide, no pudiendo obviar que en la insoslayable fortuna de Nozomi reside también un mensaje de esperanza, no en vano el significado originario de su nombre en su lengua natal. Un rayo de luz multicolor en el horizonte que cierra pero también recorre de principio a fin un largometraje ante el cual no podíamos ser más optimistas: Kore-eda lo ha vuelto a conseguir.

DAVID LÓPEZ

carlos polite en 26/05/2009

Mucha cola, mucha queja, pero seguro que bien agusto. Espero con impaciencia el resto de tu crónica, marciana así lo espero, sobre vuestro periplo en la costa francesa.

Sólo tú podías aplaudir a Trier sin que se te caiga la cara de vergüenza. En cuento a lo de Hanneke, ya lo veremos. Teniendo en cuenta que Cache no era nada del otro jueves y que Código Desconocido era sencillamente insoportable, le daré el beneficio de la duda una vez más............pero sólo una.

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