Yves Montmayeur asentaba cátedra en su documental “Les enragés du cinéma coréen” afirmando que la nueva generación de cineastas coreanos había finalmente asumido el papel predominante en el mapa cinematográfico asiático, ocupando así el habitual puesto hegemónico del polar made in Hong Kong, magníficamente retratado, por otra parte, en su otro documental presentado fuera de concurso en Sitges 2007, “Hong Kong Film Noir”.
En este contexto, Park Chan-wook encabeza el holgado grupo de talentos que marca la transición del cine asiático y que incluye a realizadores como Kim Ki-Duk, Ryoo Seung-wan, Bon Joon-ho y Lee Chang-dong. Cada una de las entregas de su Trilogía de la Venganza había sido aclamada y premiada en algunos de los festivales más importantes del mundo (el Festival de Sitges así reconoció con su máximo galardón a “Oldboy”). Estos últimos títulos habían creado una serie de expectativas hacia las futuras obras de un creador interesado en hilar historias centradas en el carácter trágico de la violencia y la venganza, aportando en cada episodio una connotación distinta que hiciese reflexionar al espectador sobre su sentido deontológico, redentor o antropológico.
Por eso, muchos se habrán dado de bruces con la realidad al descubrir con sorpresa el cambio de registro del cineasta coreano. Porque “I’m a Cyborg but that’s OK” carece de la crudeza o la tonalidad sobria de thriller dramático crepuscular que sus precedentes ostentaban. Pero no nos engañemos, pues como el propio Park Chan-wook nos comentaba en una entrevista concedida a esta casa, este película no es una comedia romántica, género paradigmáticamente asociado a la cinematografía coreana y que desde luego ha facilitado la exportación de obras muy estimables como “Woman on the Beach” de Hong Sang-soo. El director de “Sympathy for Lady Vengeance” construye un film en el que los planteamientos argumentales de la comedia romántica se alteran aportando generosas dosis de fantasía, drama, ciencia ficción y violencia explícita. ¿Reinvención del género? Posiblemente no se trata de eso, sino simplemente del firme deseo de no encasillar, de no establecer límites claros y precisos que ahoguen el relato de ficción.
Este tentador postre que nos ofrece en bandeja Chan-wook se ha cocinado con una luminosa paleta de colores que por primera vez en su filmografía otorga gran viveza y fantasía visual a todos los elementos de una película en la que los tubos de conducción son fucsias, el vestuario realza los rojos y los blancos, y las paredes se llena de verdes y azules. Espléndida fotografía que, junto al precioso score de Yeong-wook enriquece estéticamente la dulzura, la candidez y la pureza de esta historia de amor y amistad escenificada en una institución mental.
Olvidando la arquitectura de los puzzles humanos de sus anteriores trabajos, Park Chan-wook describe con emotividad, ternura y comicidad la extraordinaria relación entre Young-goon, una joven que cree que realmente es un cyborg con la misión de encontrar a su abuela para descubrir el sentido de su existencia, e Il-soon, cleptómano compulsivo que afirma tener la capacidad de robar aptitudes y rasgos de la personalidad esenciales de los humanos y que puede menguar antes hacerse imperceptible. Precisamente el desarrollo de esta relación es una de las mayores bazas de la película, creciendo ésta en afecto y cariño según avanza el metraje, fomentando la empatía perfecta con el espectador. Todo el peso dramática recae sobre Lim Su-yeong y su caracterización de robot melancólico que busca desesperadamente su papel en el mundo y que ha decidido dejar de alimentarse de comida humana porque ya le bastan las pilas y sus conversaciones con las máquinas.
Park Chan-wook efectivamente dibuja este hospital psiquiátrico como si se tratase de una guardería repleta de niños revoltosos, maleducados y excesivamente activos, que poco a poco van configurando una narración de marcado surrealismo y delicado humor que a gran parte del público y la crítica les parece un mero absurdo. Pues sí, seguimos rechazando sistemáticamente cualquier relato que se excuse de ofrecer una historia lineal, coherente, perfectamente definida y racional. Algo muy parecido al sentimiento general que provocó el pase de “Mr. Lonely” de Harmony Korine, vehemente oda de amor a los locos, los excéntricos y los marginados de este planeta, en la que la presencia de Werner Herzog testimonia el interés por venerar lo otro de la razón. Y es que afortunadamente en nuestra literatura casos como el de Unamuno quedan para engrandecer la figura del loco, el hombre de espíritu y de fe, el gran héroe. Aunque para elogios los de Foucault y su “Historia de la locura”. Curiosamente, Chan-wook pretende algo parecido: incriminar a la sociedad sana para recordarle la necesidad de recuperar su lado eminentemente irracional, aquel donde parecen residir las pasiones que mueven el motor de la historia.
Puede que “I’m a Cyborg but that’s OK” parezca una película menor, un proyecto escaso en sus pretensiones, humilde y sin mayor trascendencia, pero su indudable encanto e inventiva visual, la manifiesta sensibilidad con la que el film se levanta y su condición de ingenioso entretenimiento no apto para todos los públicos la convierten en un caramelo que no deberíamos rechazar a la ligera. Además, qué placenteros momentos de violencia a ritmo de vals ofrece cuando la onírica misión de Young-goon la conduce a la aniquilación del personal de la institución a lo largo de unos minutos donde la carcajada y la brutalidad van de la mano. Una gozada oiga.
David López
wil en 20/10/2007
Quiero puro verla, soy fanatico del cine coreano, y hace n tiempo que supe de esta pelicula, y aun no la he visto.
wil en 20/10/2007
Quiero puro verla, soy fanatico del cine coreano, y hace n tiempo que supe de esta pelicula, y aun no la he visto.