Bing, Martirosyan y Stonys: la búsqueda del tiempo perdido
Publicado: 17/02/2008
Hoy era una jornada realmente significativa en el Festival Punto de Vista. Por un lado, el estreno nacional de "Fengming: Una autobiografía china" de Wang Bing, y por otro, la premiere mundial de la última obra del lituano Audrius Stonys.
La sesión de noche contó con la presencia de Nora Martirosyan, que presentó su mediometraje "1937", y Audrius Stonys, invitado excepcional que regresaba al festival con su proyecto más reciente, "The Bell". Una y otra obra explicitan, junto a las películas ya proyectadas de Maddin y Bing, la razón de ser y la idiosincracia de una sección que tan oportunamente se ha denominado La Región Central. En el caso de una, por reafirmar lo necesario de la justicia en la dialéctica de la memoria histórica, así como el carácter terapéutico que ofrece recuperar el pasado a través de la genealogía familiar, en un poderoso juego entre imagen y sonido, aunando experimentación, no ficción y narración para moldear este diálogo entre dos acontecimientos separados por casi siete décadas: la represión estalinista en Armenia durante un terrible 1937, y el exorcismo que conlleva traer a presencia en pleno siglo XXI el recuerdo doloroso de aquellos días. En el caso de Stonys, por sumergirse en la bruma de la leyenda popular mediante la confrontación de la inocente inventiva de un niño, la logicización del mundo de la edad adulta y la laguna implacable de los recuerdos en la vejez, justo cuando el cansancio comienza a enterrarlos en lo más profundo de la memoria, como la campana que supuestamente tañe en las abismos fantasmales de un lago lituano.
>Radicalizando (en cuanto minimización) el discurso formal de la babilónica "Al oeste de las vías", Bing, en una maniobra tan osada como inteligente, se convierte en un oyente más de la estremecedora narración de Fengming, una anciana cuya autobiografía (tan fielmente detallada que resulta un ejercicio francamente proustiano) se revela como una demoledora radiografía de la China contemporánea. Un rostro y un testimonio. Prácticamente un único plano en riguroso tiempo real, donde las estrategias del documental de montaje se sustituyen por la aproximación hiperrealista a lo real (un espacio concreto sin relevancia, una escala temporal que avanza en compañía del espectador), la espontaneidad exenta de narrativas superfluas o situaciones contaminadas, y la emoción pura de la viva voz de las historias humanas que nunca debieron permanecer en el olvido y que como ciudadanos de este mundo global anclado al devenir estamos obligados moralmente a preservar. Como en el Festival de Cannes, las huídas precipitadas de la sala no se hicieron esperar. Ahí radica el problema de muchos que no supieron corresponder a un film que supera las tres horas de duración: parece que hemos relegado a un pozo sin fondo nuestra paciente predispoción a escuchar, incapaces de dedicar un lapso de tiempo de nuestra vida a compartir en silencio la experiencia de ser interpelados por el Otro.