"Los Cronocrímenes" por David López

Publicado: 12/10/2007

Sin un precedente claro en la historia de nuestra cinematografía, Nacho Vigalondo debuta en el largometraje tras una meteórica trayectoria en el mundo del corto que como bien sabemos todos le llevó bien lejos. La lenta fragua del proyecto y su exitosa premiere en el Fantastic Fest de Austin hacía presagiar algo bueno que afortunadamente hemos podido corroborar hoy.

Ajeno a las resoluciones abstractas y las paradojas incomprensibles de otros títulos de lejana similitud (como “Primer”), Vigalondo filma su particular aportación a la mitología de los viajes en el tiempo con un puzzle narrativamente intachable, capaz de asumir con inteligencia las leyes de la causa y el efecto, y no dejarse ningún cabo suelto por el camino.

Con presupuesto ajustado, “Los Cronocrímenes” debía partir necesariamente de un guión de peso específico capaz de articular una trama en la que el elemento fantástico se reduce a sus mínimos elementos. Sí, es un drama. También un thriller. Pero lo más sorprendente es la capacidad para construir lo fantástico con los recursos más básicos y encajarlos perfectamente en una intrincada (y algo retorcida) historia de desarrollo y desenlace imprevisibles, que finalmente conforma un corpus coherente y cerrado.

De ahí la gran satisfacción, descubrir como otra tradición de la cinematografía y la literatura fantástica, distinta del cuento materialista de terror, tiene cabida en una película donde lo importante es lograr que poco a poco el espectador relacione cada acción con su consecuencia inmediata resolviendo las incógnitas temporales que sólo se cumplen al final del metraje, última pieza de un crimen perfecto. Puede que la existencia de cuatro personajes y ni uno más otorgue menos posibilidades, pero desde luego esta limitación no es ningún problema.

Lo único que no me ha convencido, para variar, son sus actores (ellos concretamente), escollo con el que me he enfrentando últimamente en más de una ocasión y que impide que propuestas como ésta cuajen a la perfección. Pero incluso así se lo perdonaré.

Un obra eminentemente personal que deberemos rescatar en su futuro estreno en salas comerciales, que merecería una justa recompensa que posibilitase la apertura de nuevas vías para nuestro cine.

David López