En cuanto a “Night and Day”, pocas sorpresas para los que ya conozcan la trayectoria del realizador coreano Hong Sang-soo. Repitiendo preocupaciones, tono y estilo (inconfundibles zooms), el director de aquella agradable “Woman on the Beach” vuelve a volcar todo el peso de su trama en otro antihéroe que sufre un completo desbarajuste emocional que lo hace vagar en pantalla entre confusiones e indecisiones mientras nuestro maestro de ceremonias disecciona la neurosis propia de tantas relaciones de pareja.
Es por eso que Sang-soo selecciona a Seong-nam, un afamado pintor que para evitar la cárcel por consumo de marihuana huye a París dejando tras de sí a su esposa. Su refugio en la capital francesa se transforma en una especie de microcosmos ajeno al transcurrir cotidiano de la gran urbe que nos aísla prácticamente de las estampas más famosas a escala planetaria (si exceptuamos el Museo de Orsay). Es a partir de aquí cuando se establece el conflicto entre la noche que representa Seúl y la vida marital, y el día que refiere a París, ese otro mundo en el que se verá constantemente asaltado por las dudas y los desafíos a su presunta madurez que generan una serie de personajes femeninos a través de situaciones en las que drama y comedia se confunden.
Las mentiras y las posibilidades de infidelidad crecen según las llamadas de la esposa resultan cada vez más distantes, forzando la aproximación de Seong-nam a Yu-jeong, una joven estudiante de Bellas Artes que sufre igualmente auténticos colapsos afectivos. Una relación en la que la torpeza de las insinuaciones amorosas va dando paso a elucubraciones sobre las barreras generacionales, la responsabilidad conyugal, el proceso creativo artístico o la visión que sus compatriotas tienen de su propio país y el extranjero. Así, a la manera de un diario narrado cronológicamente, se rescata esa errabunda búsqueda del sentido vital a través de las interacciones entre sexos (casi siempre alrededor de la mesa repleta de variopintos manjares) sin que sus problemáticas jamás hallen una esperanzada respuesta, remarcando las discusiones y las reconciliaciones con un guiño tan grandilocuente como irónico acompañado la trivialidad de lo que vemos con las sinfonías de Beethoven.Por supuesto, su maquiavélica hilaridad explota cuando Seong-nam reta a un pulso a un ciudadano de
Corea del Norte, que vencido sin paliativos, exige repetirlo pero con la mano izquierda.
Dotado de esa supuesta ligereza otoñal del cine de Eric Rohmer, especialmente en el prototípico viaje a las playas de Deauville, Sang-soo apenas si se aparta de lo que a estas alturas cabría esperar de un film suyo, superando, eso sí, la marca de metraje que hasta ahora evitaba la pérdida de nuestra atención, logrando que sus 145 minutos por primera vez nos parezcan excesivos en todos los sentidos.
David López
Marta en 22/11/2012
Hola!
Por favor, hay alguna forma de encontrar esta película para ver online aquí en España? Gracias!
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