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Apuntes: "Confessions of a Gambler", "Frozen", "We went to Wonderland"
Publicado: 04/06/2008
[extractos de las reseñas publicadas en el diario Ideal]
CONFESSIONS OF A GAMBLER
Como el descarado sensacionalismo de su título hacía prever, “Confessions of a Gambler” (“Confesiones de una jugadora”) es prácticamente un telefilm de sobremesa nulo en su interés cuyo máximo atractivo reside en la nacionalidad de la producción (Sudáfrica) y su debida aportación a la cuota cinematográfica que nuestro continente vecino proporciona a la sección oficial de Cines del Sur.
La historia de esta mujer que tras perder a su hijo desciende a los infiernos de la ludopatía sacrificando todo lo que antes amaba y destruyendo su entorno, causa estupor por los derroteros que conlleva, tan obvios y recurrentes, sin que en ningún momento se profundice en los personajes y sus relaciones, ni resulte mínimamente creíble la caída en picado de esta jugadora empedernida. Sin calidad específicamente artística, a mantener el tipo no ayuda la molesta narración en off ni los flashbacks del todo innecesarios, que cuanto más aspiran a despertar la chispa dramática de la trama, peores son sus consecuencias.
Inspirándose en su propia novela, Rayda Jacobs opta por controlar hasta el último detalle de una película que se hunde en tópicos y temibles moralinas (“soy culpable porque he preferido amar a las máquinas más que a Dios”). La debacle y posterior redención de Abeeda resulta vergonzante, jugando en última instancia al perdón divino y a la segunda oportunidad en el seno familiar que su directora no duda en emparejar con el milagro de la vida. Absolutamente olvidable.
FROZEN
No nos equivoquemos. Aunque en la última década el cinéfilo occidental ha identificado la industria india exclusivamente con esos musicales de proporciones babilónicas que constituyen el firmamento Bollywood, lo cierto es que, ajeno a las vías de lo comercial e incluso del realismo social de otros realizadores coetáneos, ha emergido un reducido grupo de directores poseedores de un indudable talento artístico para volcarse plenamente en obras que responden a los preceptos del cine de autor.
Por eso podemos acoger con júbilo “Frozen”, debut en la dirección de Shivajee Chandrabhusban, un film que bien puede jactarse poseedor de una inusual poesía fílmica y un impecable análisis del plano estético. Situando la acción en Ladakh, un sobrecogedor paraje del Himalaya indio entre China y Pakistán, Chandrabhusban firma una incuestionable lección de dirección impensable en un realizador novel demostrando continuamente un dominio evidente del lenguaje cinematográfico y sus instrumentos (sus primeros planos y sus travellings no permiten disensión al respecto).
El guionista Shanker Raman fotografía mediante un soberbio juego de contraste de tonalidades blancas y negras el relato en primera persona de Lasya, una joven en pleno viaje hacia la madurez que en principio vive idílicamente en esta desoladora región en compañía de su anciano padre y su hermano pequeño. A través de los ojos y las palabras de Lasya conocemos los pormenores de una historia que, como en toda tradición oral, se permite sus manipulaciones subjetivas y adiciones a posteriori, tal y como nuestra protagonista reconocerá en su tramo final.
La exposición de Lasya, provista de numerosas vías de escape que iremos descubriendo gradualmente, refiere sutilmente a la crónica de unas personas que deben adaptarse por imposición al progreso moderno, víctimas accidentales de conflictos armados que les son ajenos y mártires del implacable empuje de los cambios sociales y culturales. Karma, el padre de Lasya, un veterano fabricante de mermelada de albaricoque, no puede evitar que la tímida llegada de la técnica arruine su humilde negocio asfixiado por las intransigentes reclamaciones de prestamistas sin escrúpulos que lo acosan con proposiciones bochornosas. Una situación que empeora con la aparición del ejército que solicita sus posesiones de tierra para construir un puesto fronterizo. En el centro mismo del belicismo injustificado, Karma asume estoicamente una batalla perdida de antemano.
Su insólita imaginería (siempre en los límites de lo fantástico y lo mágico a la hora de plasmar la distante hostilidad de la zona) y su atípica y anacrónica banda sonora en los prolegómenos del rock alternativo de regusto occidental, refuerzan la impresión que nos provoca una película en la que el trasfondo social y la lírica inocencia de nuestra interlocutora forjan un ejercicio rotundo que merece un espacio único en el palmarés del próximo sábado.
WE WENT TO WONDERLAND
En tales circunstancias, “Frozen” ha eclipsado por completo el pase de la mediocre “We went to Wonderland”, otra fallida incursión cinematográfica de la escritora Xiaolu Guo que afortunadamente no alcanza la tediosa autocomplacencia de su anterior trabajo.
Este documento que registra la travesía europea de los padres de Guo, con sus continuos conflictos socioculturales, tal vez se libre del descarado egocentrismo de “How is your fish today?”, pero tropieza nuevamente en los peores vicios del videoartista, plagando el metraje de mensajes, pensamientos y montajes fotográficos de una calidad que deja bastante que desear con ciertas ínfulas de profundidad e inquietud cuando lo que se muestra es simple y llanamente banal. Claro, excusarse en la independencia artística y la falta de presupuesto para solventar la crítica del amateurismo que exhibe desde el primer minuto, no permite en ningún caso defender el acomodamiento y la ausencia de riesgo por parte de su autora.