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Pivot: “No imagino un mundo donde todos lean en una pantalla digital”

Escritores como Vladimir Nabokov, Charles Bukowski o Umberto Eco pasaron por su plató en la televisión francesa.

Publicado: 28/08/2016

Aunque no goce en España de la popularidad que atesora en el país vecino, Bernard Pivot (Lyon, 1935) es una leyenda viva de la televisión francesa. Un mito del periodismo y la crítica literaria que, gracias al prestigio que le han reportado 28 años de intensa trayectoria profesional en este medio, se ha convertido en una de las personalidades más influyentes de la cultura gala. Apasionado de la buena mesa y la enología (deja para la posteridad su 'Diccionario del amante del vino'), Pivot estuvo cerca de comenzar su carrera en la prensa deportiva como becario del diario 'L'Equipe', pero el azar le condujo a la revista cultural 'Figaro Littéraire'. “Tenía un trabajo muy agradecido, pues solo redactaba noticias cortas. Twitter me recuerda aquella época. La experiencia me descubrió el mundo de la literatura y desde entonces no me he despegado de los libros”.

Cada viernes, en horario de máxima audiencia, cuatro millones de telespectadores disfrutaron de las entrevistas que realizó en el marco de dos programas que crearon escuela, 'Apostrophes' (1975-1990) y 'Bouillon de culture' (1991-2001). En directo (“un riesgo estimulante”), sin censura y arropadas por la credibilidad y el temperamento de su interlocutor, figuras como Umberto Eco, Salman Rushdie, Marguerite Duras o Woody Allen acudieron al plató para desglosar los pormenores de su obra y desnudar su faceta humana. Un modelo que, inspirado en el cuestionario de personalidad popularizado por Marcel Proust, tomaría prestado James Lipton en su célebre show 'Inside the Actor's Studio'.

Entrevistas históricas

La cadena pública fue testigo de su acalorada discusión con el filósofo Régis Debray o el escandaloso exabrupto de Charles Bukowski, que, tras tomarse dos botellas de vino blanco, empezó a eructar y tuvo un comportamiento poco decoroso con otra invitada. En 1975, Nabokov ('Lolita') le concedió una entrevista histórica, ya que se trata del único testimonio audiovisual del novelista ruso. “Puso dos condiciones: que le enviásemos previamente las preguntas y que se le permitiese beber whisky. Eso sí, servido en una tetera para que los espectadores no pensaran que era un borracho”.

Cuando William Boyd asistió al programa para presentar 'Como nieve al sol', todo el equipo pensaba que hablaba francés con soltura y se percataron en plena emisión de que no comprendía nada. “Sobre la marcha, decidí comentar la novela en su lugar. Como la situación me incomodó, prometí que reembolsaría el dinero a todo aquel que la comprase y no le gustase”. Al día siguiente vendió miles de copias. “Solo devolví la cuantía de diez ejemplares, siempre a señoras mayores a las que no les gustó la descripción que Boyd trazaba de una noche de bodas”. Aunque también charló con cineastas como Godard y actrices como Brigitte Bardot, se decanta por los escritores. “Son los profesionales de la palabra y tienen las mejores respuestas del mundo”, confiesa. En el tintero quedaron René Char, Emil Cioran o Samuel Beckett, algunos de los autores que nunca aceptaron su invitación.

En un ámbito intelectual tan proclive al esnobismo y el egocentrismo desatado, la clave del éxito residía en su estilo, que él mismo define como “espontáneo, diáfano y cercano”. A su juicio, el secreto de la profesión radica en la curiosidad. Al mirar atrás, afirma ver a “un tipo con el pelo negro, sonrisa irónica y al que le gustaba hacer preguntas maliciosas”. Incluso en Francia, hoy sería impensable sostener durante tantos años un debate literario de estas características. “Quizás a la una de la madrugada”, bromea. En cuanto a los nuevos hábitos de consumo, se reconoce un “romántico” y no imagina “un mundo en el que todos lean en una pantalla digital”.

Como lector, se deleita con la poesía de Baudelaire, los diarios íntimos y los libros de correspondencia (“no es precisamente un signo de juventud”). Sorprende, sin embargo, su enérgica afición al fútbol. “Camus jugó a este deporte en su adolescencia y hablaba muy bien de él. En los setenta, antes de que Francia ganase un Mundial, pocos entendían mi entusiasmo. Ahora nadie se asombra porque la historia ha acabado dándome la razón”.

Alicia Escribano

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