"Ultimátum a la Tierra"
Publicado: 22/09/2008
¡Atención: SPOILERS A GRANEL!
Klaatu:
We will be waiting for your answer. decision rests with you.
Los visitantes:
Él es Klaatu (Michael Rennie), un extraterrestre. Su apariencia lo delata embutido, como se presenta, en su traje y casco acerados, a las puertas del mismísimo Capitolio, custodiado por un guardaespaldas de aspecto naíf pero apostura siniestra, recién salido de un platillo volante provisto de luces deslumbrantes y de sonidos que parecen provenir del mismísimo averno. Klaatu tiene un mensaje para todos nosotros pero nadie lo toma en serio. Sus primeras palabras hablan de paz; la respuesta humana es un disparo.
Él es Gort y es un robot. Sus primeras palabras responden a una provocación violenta. El haz lumínico que exhala de su casco tiene el poder de desintegrar las armas de sus oponentes. Esta facultad, de apariencia omnipotente, le aproxima más a un dios que a un guardaespaldas. Su indestructibilidad y extremado poder lo convierten, de repente, en una amenaza. No tardaremos en adivinar lo acertada que resultará esta sospecha.
Los objetivos:
El Plan A: En principio suena pretencioso que un tipo de mirada extraña pero buenos modales, aterrice en el planeta como si nada y pida, también como si nada, audiencia a todos los gobiernos de la Tierra en una sede común. Su intención, ingenua, no solo va a denotar la naturaleza alienígena de Klaatu, también su tono abiertamente mesiánico. El resultado no puede ser más desesperanzador para el visitante. Una civilización devastada por dos guerras mundiales y con una tercera, latente, acechando al otro lado de la esquina, amenazando con destruir el mundo ad eternum, alega incompatibilidades diplomáticas siquiera para entablar cualquier tipo de conversación con una entidad misteriosa surgida del cielo...
El Plan B: Ante la imposibilidad expresa (según el propio Klaatu, las excusas diplomáticas no son más que una “estupidez”) de reunirse en común, Klaatu trazará un plan alternativo; primero, invitándose a formar parte de esa sociedad que hoy le teme, aun de incógnito, deseando conocer y comprender a aquellos que se niegan a escucharlo; segundo, tratando de contactar con aquellas personas cuyos pareceres y conocimientos vayan al margen de los intereses políticos o los recelos internacionales. Los propósitos de Klaatu siguen siendo pacíficos: antes de imponer la fuerza tratará de exponer su discurso, al menos a aquéllos, la mayoría de ellos científicos, que potencialmente se sientan capacitados para comprender su naturaleza amenazante, su carácter de ultimátum.
Huido del hospital que lo custodia, no tarda en ser considerado un proscrito, contribuyendo a forjar los mimbres de una conciencia colectiva que, de repente, deja de preocuparse de los misiles que acumulan aquellos que tienen enfrente, desviando su temor hacia aquel extraterrestre de “más de tres metros de altura” y “con tentáculos en lugar de brazos”.
Perseguido por las Fuerzas Armadas, logra ocultarse en una casa de huéspedes, al amparo de una viuda de guerra y de un niño, su hijo Bobby, embebido de curiosidad e inquietud.
El día que la Tierra se detuvo:
Ocultando su condición extraterrestre, Klaatu se ayuda del pequeño Bobby para introducirse en la idiosincrasia de una sociedad cuya conducta beligerante se disipa cuánto más se aleja de aquellos que ostentan el poder. Como ya hemos comentado, no tardará en advertir que la única manera de hacer llegar su mensaje es dirigiéndose directamente a los civiles y entre éstos, a aquéllos capaces de comprender todas las aristas de su discurso.
El intermediario elegido por Klaatu es el Profesor Jacop Barnhardt, un tipo capaz de aunar voluntades y convocar reuniones más allá de la nacionalidad de sus integrantes, bajo un pretexto científico y humanista. La tarjeta de presentación de Klaatu no puede ser mejor resuelta en el guión cuando el extraterrestre ayuda a resolver al científico una complicada fórmula astrofísica.
Frente al pragmatismo de los políticos o el temor hacia los diferentes promovido por los militares, el científico se entrega a Klaatu abiertamente. Y éste le corresponde anticipando buena parte de su mensaje en forma de recriminación por el incipiente poder que comienza a derivarse de las investigaciones atómicas y del potencial peligro que representa para la propia supervivencia terrestre la falta de tolerancia, los perjuicios internacionalistas. Y no es lo peor lo que pueda ocurrirle a la Tierra, advierte cada vez más enfurecido Klaatu, sino lo que pudiera acontecer en todo el Universo si este pequeño planeta azul, insignificante en apariencia en un contexto espacial, continua con su actitud belicosa y suicida.
Barnhardt sugiere a Klaatu la posibilidad de llamar la atención de toda la comunidad internacional. Frente a la vacuidad inherente a todo discurso, las insinuaciones del comité científico serán tomadas en serio si entre su opinión y la de los políticos media una amenaza exógena. Por primera vez, la practicidad se impone a la teoría científica. Cuando, finalmente, Klaatu decide transformar las palabras en hechos (inutilizando durante media hora todas las herramientas electromecánicas de la humanidad), buena parte de la comunidad científica está dispuesta a escucharlo (Ya se sabe: las letras, con sangre, entran). El ejército, sin embargo, no hace sino confirmar que, realmente, tanto Klaatu como Gort suponen una auténtica amenaza. La cabeza de ambos, pues, comienzan a tener precio.
Perseguido:
Ultimátum a la Tierra es para el Cine de invasiones alienígenas lo que Things to Come representa para la prospectiva: una denuncia implícita contra la humanidad travestida de cinta de género. Pero en lugar de cine bélico, Robert Wise va a apostar por el género que mejor conoce no conformándose con sentar las bases del cine de ciencia ficción de la década (platillos volantes, robots amenazadores, chicas adictas a los gritos, niños curiosos), llevando el argumento de Edmund H. North (a su vez basado más que ligeramente en un relato de Harry Bates) hacia terrenos (persecuciones, sospechas, traiciones…) más conocidos (por él mismo) y reconocibles (para los espectadores), por ejemplo, aquellos que van a definir el cine negro, también en el plano formal.
Klaatu llega al motel transformado en Carpenter (una nueva alusión bíblica en una película rebosante de ellas), acompañado de una bruma oscura que oculta su apariencia al resto de los huéspedes, como si, de veras, su rostro no quisiera pertenecer a una sociedad cuya opinión pública no tarda en definirlo como un monstruo, una amenaza de otro mundo que hay que destruir y exterminar.
“Yo me asusto cuando veo al pueblo sustituir la razón por el miedo”, se defiende, ante la prensa, todavía de incógnito, en frente del platillo volante, rodeado de curiosos y de idiotas y de un niño que, liberado de prejuicios, parece la única persona capacitada para escuchar los mensajes pacificadores de aquel que lo cuida.
El pequeño Bobby lo descubrirá finalmente dando órdenes a Gort y adentrándose en la nave. Hasta entonces, Klaatu ha conseguido vivir oculto en mitad de una sociedad que lo destruiría si supiera donde vive, no importándole tanto qué es lo que ha venido a hacer, cuáles son sus verdaderas intenciones. Cuando Bobby se lo cuenta a su madre, y al pretendiente de ésta, Tom, ninguno de los dos parece dar crédito. ¿Quién puede creer las palabras de un niño desbordado por la imaginación (ésta será precisamente el argumento central de una de los siguientes éxitos en el género: Invadeers from Mars), derrotado por el sueño? Pero los celos que profesa Tom hacia Carpenter/Klaatu y la persistencia de su propia investigación, logran acorralar al extraterrestre en su propia encrucijada.
Klaatu se convierte, puse, en un ente perseguido que, sin embargo, aún debe completar su misión. La paranoia se dispara: Washington se declara en cuarentena. No es posible entrar ni salir de sus calles, y en cualquier esquina, ascensor o taxi, fundamentalmente en los rincones más oscuros, puede ocultarse un alienígena, más que nunca antes acorralado por ametralladoras siniestras, sirenas de policías, novios celosos necesitantes de actos heroicos, y un ejército poseído por la ansiedad que ya ha puesto precio a su cabeza...
La Ira de Gort:
Klaatu convoca a los científicos con intereses preventivos. La referencia crística es evidente: el enviado del cielo que ha asumido la personalidad de Carpenter (un carpintero) convoca a sus fieles a pie del monte; el mensaje de Klaatu es concienciador pero amenazante. Habla de tolerancia, de respeto, de paz. El hombre deberá enfrentarse a su destino y seguirá siendo dueño de él mientras no ponga en peligro al prójimo. En términos siderales, el prójimo no es sino el resto del universo.
Klaatu muere abatido por los disparos de la policía, preso de su propio discurso, incapaz siquiera de trasladar a toda la humanidad su mensaje pacifista. En su lecho de muerte, Klaatu advierte del poder destructor que tiene atribuido el autómata Gort e impulsa a la viuda, Helen Benson (Patricia Neal), para que lo detenga. Pero Gort se ha enfurecido y cuando Helen llega a su altura parece demasiado tarde. Ya no se conforma con desintegrar las armas sino que hace lo propio con sus portadores. Cuando todo parece perdido, unas palabras mágicas lo detienen: Klaatu Barada Nikto.
Klaatu resucita no a los tres días pero sí varias horas después, y se presenta ante la comunidad científica debilitado en su poder pero engrandecido en su discurso. Funda una nueva religión, ya adoptando completamente su carácter mesiánico, impeliendo a la humanidad a reconsiderar su postura, y a cambiar. Ya no es tanto un mensaje pacificador sino una advertencia. Los robots se han convertido en policías con licencia para exterminar. El que desequilibre la balanza será eliminado. No importan las riñas internas, los conflictos de fronteras o las disputas internacionalistas de preclara intención económica sino la supervivencia de todo un Universo. El que tenga oídos, que oiga. El que tenga ojos, que vea…
Ciencia y ficción:
En la belicosa década de los cuarenta apenas el género de ciencia ficción había encontrado lugar alguno donde mostrarse más allá de las escasas incursiones, cada vez más autoparódicas, alrededor del mito de Frankenstein o El Hombre Invisible (la mayoría de ellas protagonizadas por los inefables Abott y Costello) que, naturalmente, tampoco consiguieron rescatar al género del más ignominioso de los abismos. Pero al inicio de la década de los cincuenta, con una Guerra Fría en pleno estado de latencia, y la posibilidad cada vez más próxima de viajar más allá de la estratosfera, en una guerra entre potencias que haría sonrojarse de pudor al mismísimo Klaatu, impulsó la necesidad de invertir en un género que únicamente la Literatura, casi siempre en revistas especializadas, había tratado como merecía.
Cincuenta años después de la aparición de La guerra de los mundos de H. G. Welles, a ningún productor cinematográfico se le había ocurrido mirar al cielo como si de él pudiera surgir una amenaza. Ultimátum a la Tierra es el paradigma de la amenaza pero, lejos de lo que sugería Welles o la literatura pulp de entreguerras, aquí no se trata de una invasión explícita o violenta sino un dar a conocer un punto de vista ideológico directamente dirigida allí donde más debía dolerle a la floreciente industria armamentística de la posguerra.
Ultimátum a la Tierra se rebela pues paradigmática en cuanto a su forma propiciando un sinfín de imitaciones, más o menos interesantes, durante toda la década de los cincuenta, pero no ocurrirá lo mismo con su mensaje. Antes al contrario, algunos productores, viendo la posibilidad panfletaria que podría ocultarse en una película de género para todos los públicos, consintieron en repletar los argumentos de la ciencia ficción cinematográfica con continuas referencias al enemigo en potencia al objeto de contentar los esfínteres del cada vez más poderoso senador McCarthy y, de paso, evitar verse reseñado en los execrables listados de la HUAC. Si bien no es menos cierto, que algunas de las películas más gozosas del género (La Guerra de los Mundos, Invasores de Marte, This Island Earth y, sobretodo, La invasión de los ladrones de Cuerpos), se produjeron al albor de esta ofensiva ideológica, cuya raíz misma (la utilización del cine de género para promover ideas sociopolíticas) provenía, paradójicamente, del bienintencionado mensaje contenido en Ultimátum a la Tierra de Robert Wise.
En fin, quien piense que dicho mensaje haya podido quedar obsoleto, que vuelva a mirar al Cielo. Quizá no baje nadie para advertirnos; quizá porque ya sea demasiado tarde.
Por cierto, qué difícil lo tiene Scott Derrickson.
KLAATU:
You must give him this message: "Klaatu barada nikto." Please repeat that.
HELEN:
(shocked and bewildered, she repeats nervously) "Klaatu barada nikto"
KLAATU:
(gravely) Remember those words.
J. P. Bango
chamanjunior en 16/01/2009
Estuve a punto de ir a verla al cine, pero tuvo mala crítica, aludiendo que tiene poca acción y fx, hasta llegar a ser extremadamente aburrida, en fin, esperaré a verla en casa cuando salga para alquilar.
Evidentemente, las predicciones se quedaron cortas. La pelicula es tan infumable, que, desde luego, no les deseo la muerte, pero si deberian recibir como castigo estar viendola durante 23 horas diarias hasta que nos vuelva a visitar klaatu. Escelente articulo
Ayer pude ver el remake... MADRE MÍA, los malos presagios se han quedado cortos.
Y para colmo, donde coño esta el KLAATU BARADA NIKTO??!!
Infumable, ni a la altura de la suela de los zapatos
EspecialistaMike en 09/12/2008
En www.especialistamike.com regalamos 2 entradas para el preestreno que tendrá lugar en los nuevos cines de Badalona, en el Magic Badalona, a las 22'00 del jueves 11 de Diciembre.
Si estáis interesados dejar una nota en comentarios con vuestro nombre y e-mail.
Mañana miércoles al mediodia contactaremos con el ganador.
Un artículo excelente, pero no he podido evitar un escalofrío al leer los comentarios. Alguien (seguramente con un alto concepto de si mismo) desea la muerte de dos personas, a las que ni siquiera conoce, por el terrible delito de atreverse a participar en una película basada en otra película basada, a su vez, en un relato. Mataría a dos personas por hacer una película.
Es algo tan alucinante que ni siquera vale la pena señalar la ironía de que la susodicha película tenga un mensaje pacifista, o constatar la obviedad de que la nueva película todavía no se ha estrenado
J.P.Bango en 24/09/2008
Lo tiene difícil, no queremos decir que no lo consiga. Por cierto, también prepara un remake sobre Los Pájaros que debiera producir Michael Bay...
Más difícil aún lo tiene Tyler Bates (autor del Score) cuya misión, mejorar el impresionante trabajo previo de Bernard Herrmann, con pocas dudas, uno de los scores más influyentes de la historia, se me antoja más que complicada.
Saludos cinéfilos, camaradas.
No me seáis puristas leñe. Vale que el remake da más miedo que otra cosa, pero siempre hay que dar el beneficio de la duda, quizá nos llevemos una sorpresa agradable..........o quizá no.
Excelente el artículo JP
Lo de Derrickson no es una infamia, es un pecado capital que debería pagarse con su vida (y la de Keanu). El analisis del clasico de Wise excelente, casi parecia que la estaba disfrutando una vez mas mientras lo leia.
Saludos
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Esther Couso en 05/02/2009
Me entusiasmó! Y pasé del remake...