Hace dos años, sentada en un bar con mi profesor de guión, trataba de investigar a través de una técnica basada en preguntas y respuestas qué buscaba uno de los personajes de mi proyecto en los cuadros que él mismo pintaba. La pregunta, más allá de tener un objetivo pragmático de cara al trabajo y como observación del personaje, constituía un interrogante para mí como “creadora” y como “persona” al enfrentarme al por qué de querer volcar en un guión algo que existía en mis entrañas.
Publicado: 02/03/2009
La respuesta era obvia, pero a veces aquello que resulta demasiado real y veraz nos asusta hasta tal punto que lo mantenemos encerrado en una cajita bajo llave a expensas de que llegue un día en el que, preparados para asumirlo, nos lancemos a enfrentarnos a ello. Entonces pues, ¿qué era lo que esperaba encontrar mi personaje (y yo) en el resultado de su/mi obra?
Vals con Bashir se erige como el alambicado viaje de una persona a través de su experiencia e historia para hallar en ellas las respuestas que le permitan rellenar con elementos desligados de su imaginación el vacío que le dejó un episodio traumático de su pasado. El protagonista es el propio director, Ari Folman, que hace de su trabajo con esta película la enjundia de un proceso de búsqueda de la verdad para concluir que ésta tiene muchas caras, muchos brazos y varios ojos. El espiral que va acercando a Folman al centro de ese agujero negro en su memoria sirve como reflexión sobre el acercamiento a la verdad y a lo real como un todo intangible e inasible en todas sus laderas, motivo que llevará al director y guionista a tomar la acertada decisión de no filmar sino dibujar.
La animación permite retraer al cine a su estado más honesto de reflejo: el de copia pintada (tomándome la licencia egocéntrica de jugar con el nombre de mi blog) de la realidad ya que el cine es un objeto (un espejo) que muestra la realidad a través de sus manipulaciones, pintándola con sus pinceles, moldeándola con sus manos, escribiéndola con su pluma... Lo inalcanzable de la realidad toma en Vals con Bashir (a través de la animación) un sentido pluscuamperfecto de decisión formal cerciorada al usar el dibujo como obvia versión beta de lo real, estado compartido por los no-recuerdos iniciales de Folman que poco a poco van nutriéndose de la suma de las informaciones subjetivas para componer un cuadro menos personal y más certero. Folman utiliza al cine como elemento de exploración de su memoria del mismo modo que el pintor de mi historia buscaba en sus cuadros encontrar pedazos de sí mismo que le permitieran entender un suceso; o del mismo modo que todos los que escribimos, en mayor o menor medida, dejamos en nuestros escritos pequeños guijarros que nos permitan echar la mirada atrás y ver el camino recorrido para entender(nos) de mejor manera. Una vez llegados al final de ese viaje encontramos lo que se supone es real, la verdad: las imágenes de la desesperación y la muerte en el caso de Vals con Bashir(esta vez filmadas, no dibujadas) y ciertas ocultaciones en el caso de aquel personaje de mi frustrado guión.
Vals con Bashir juega con la duda y la incertidumbre de su creador para dar bandazos a su historia, repitiendo escenas que cambian ligeramente a medida que más información entra en juego y dando igual protagonismo al proceso de descubrimiento y al propio hallazgo. En ese sentido se capta a través de su estructura el trabajo en acción de un guionista que quiere dar forma redonda a un protagonista planteado inicialmente como plano, aunque ese personaje sea él mismo. Ante ese ejercicio de doble lectura, el trato documental de la película subyace como un nuevo intento de conseguir adentrarse en la verdad a sabiendas de que ni el trato esmeradamente objetivo de la información puede dar con ese encuentro deseado. La verdad, como nuestra musa, se siente pero no se toca, ni se alcanza… simplemente se disfruta como fuente de inspiración; mi verdad, tu verdad, nuestras verdades... todas son reales y certeras, y aunque diferentes, todas son veraces. Esta antinomia es donde la imaginación opera y el arte surge. De ese pequeño hueco resurgita con fuerza Vals con Bashir, gritando que es algo más que un documental animado, algo más que otra-película-pedante-con-ínfulas-psicológicas y que es algo más que una película ombliguista. Y tras verla, no lo dudo. Simple y llanamente: es algo más.