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Valkiria

En espera de Inglorius bastard, la que seguramente será la confirmación de Quentin Tarantino como preboste de la serie b en su modalidad auteur —a pesar de su denominación antonímica no es una modalidad imposible, podéis creerme—, aún podemos disfrutar en la pantalla grande de este thriller de acción bélica de bryan Synger, vibrante (ma non troppo) reconstrucción del más célebre de todos y cuantos atentados contra Hitler financiaron sus compatriotas, naturalmente, ya en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

Publicado: 25/02/2009

Valkiria

África, en mitad del desierto tunecino. El ataque de un avión sobre el coche de Claus von Stauffenberg le deja tendido en el suelo, con los brazos desgarrados por las balas y con un ojo lacerado por la metralla y el desencanto. El coronel inicia un proceso de recuperación que lo llevará a Munich, donde salvará la vida gracias a la destreza de los cirujanos, mientras sigue dando vueltas a una idea que sigue rondando su cabeza: la salvación de Alemania (y del resto de Europa, repiten en el film ingenuos) instada a través de la muerte del Führer. No hay motivación distinta aunque parece suficiente en individuos habituados a tomar decisiones drásticas no ya con vistas a asegurar que su trasero se eternice en una poltrona (vieja aspiración en los regímenes nepotistas, y de algunos de los generales que le secundan en la idea) sino para salvaguardar el honor de su patria, así de románticos se definen.

El personaje que interpreta Cruise no anda muy lejos de esta concepción mítica del buen patriota; el film deja de lado cualquier referencia expresa que refleje su afinidad (pasada o presente) al partido nazi, dejando todo el protagonismo a su condición de mártir por una causa plenamente subjetiva, como se ve, pero inexplicada. Desposeída de imbricaciones de índole moralista, a Valkiria de Synger/Cruise solo le queda, entonces, regodearse de su condición de thriller de espionaje de ambientación bélica (en realidad, parece una recreación de alto presupuesto del cine de comandos de los años cincuenta o sesenta, naturalmente, sin Robert Aldrich de por medio), construido a la mayor gloria de un actor cuyo mayor inconveniente sigue siendo el prejuicio que los demás tienen sobre su trabajo, nunca su propia incompetencia; esta vez, interpreta a un personaje de tintes heroicos (además de redentores, una constante en el cine norteamericano actual: imaginamos el por qué); un carácter que termina convirtiéndose en verdadero leitmotiv de una cinta que, como adición, revela un mensaje de origen cristiano en su moraleja final.

No nos vamos a detener, sin embargo, en la relectura mesiánica que el bueno de Synger deja de lado (pero insinúa) en su recreación de la operación Valkiria pergeñada por von Stauffenberg, precisamente porque a Synger le importa más bien poco los motivos rituales que encierra la actitud del aristócrata alemán, mucho menos la jugosa relación que guarda la primera secuencia de la película (que le muestra semienterrado en mitad del desierto, agonizante de sus heridas, casi muerto) con la propia leyenda de las Valkirias (deidades de avispado ojo dedicadas a guiar a los héroes guerreros en su tránsito hacia la eternidad). Lo que le importa, en fin, y es una constante en su carrera, son los argumentos alambicados, repletos de personajes (X-Men, Sospechosos habituales) que aparecen y desaparecen a lo largo y ancho de un entramado cuya mayor enjundia la asume cuánto más alejado se siente de la trascendencia. Y es ahí cuando Valkiria se convierte en un producto más que digerible, de ritmo sosegado pero preciso, que se apunta al carro de las adaptaciones históricas no ya tomando como excusa una aguda reflexión sobre la existencia y las posturas heroicas que muy de vez en cuando la conforman sino planteándola como un mero divertimento con hechuras de cine de género, tomando como base una más de las tantas anécdotas que propuso la contienda. En este sentido, Valkiria no es sino una serie B de gran presupuesto. Una etiqueta de la que no debiera avergonzarse, dicho sea de paso.

Lo más destacado: el pulso narrativo made in Synger.

Lo menos destacado: que algunos esperaran otra cosa.

Calificación: 6

J.P. Bango http://bango.blogia.com/

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