El título con el que la última película de Mike Leigh se ha estrenado en la cartelera española es sintomático, no tanto de una forma de relato cerrado o circular en torno al tema de la felicidad de su protagonista sino más bien del tono de su obra, amable fábula londinense que por este tono ha sido rápidamente señalada como una de las películas más accesibles en la filmografía de su autor.
Publicado: 28/11/2008
Happy: un cuento sobre la felicidad gira en torno a la figura de Poppy (Sally Hawkins), una risueña treintañera, exultantemente feliz que se revela como un ser inexplicable para muchos de sus semejantes y un personaje poco usual en el cine de Leigh. Ha sido este, pese a reconocimientos como el Oso de Plata con el que Hawkins fue galardonada la pasada Berlinale, calificado como un personaje rayano en lo irritante por querer proclamar una felicidad permanente aun a golpe de gestos y reacciones poco probables en el mejor de los casos, ridículos en el peor. Y es cierto que este ser ideado por Leigh flirtea con actitudes meramente infantiloides, capaces de despertar cierto nerviosismo en momentos puntuales y provocadoras de nuestra pregunta respecto a si son necesarias tales conductas para alcanzar un estado de felicidad para con uno mismo y con el mundo. Claro que no es menos cierto que dicha provocación no hace sino remarcar las intenciones de un Mike Leigh que no ha hecho sino disponer una (vaga) narración urbana al servicio de un personaje de desaforado optimismo para subrayar los contrastes con todos aquellos que le rodean: personas mucho más factibles en la sociedad de nuestro tiempo, incapaces de ser felices como resultado de una erosiva rutina o de un sistema de pautas vitales inquebrantables, aunque estas signifiquen lo anodino o incluso, lo infeliz (casarse, tener hijos, hipoteca y plan de ahorros: supuestas necesidades vitales que la hermana de Poppy le recrimina a esta no desempeñar). Así, la estrategia de Leigh funciona sobradamente en la mayoría de los personajes que rodean a Poppy y muy especialmente en su profesor de autoescuela Scott (Eddie Marsan), un hombre supuestamente más adulto que Poppy que personifica la crispación, la ira y el enfado desatado contra el mundo. En dicho proceso, por tanto, reside el mayor de los logros del cineasta en su obra y el descarte de la ingenuidad como argumento que desacredita su película.
De lo que sí se le puede acusar a Mike Leigh es de haber contado este cuento sin demasiados atrevimientos, pasando por alto o peinando los puntos críticos a los que se enfrenta la felicidad inquebrantable de Poppy en su recorrido. Un ejemplo a tomar es la escena relativa al bullying o acoso escolar, ante el cual Poppy reacciona tratando de comprender lo que le es incomprensible: las razones del agresor más cuando este es un mero infante. Pero pasados los momentos de confesión (el niño actúa de este modo como resultado del brutal trato que recibe en su casa), estos son suficientes para Leigh y pasa hoja sin el mayor atisbo de profundidad. Muy al contrario, esta se convierte sino una mera excusa narrativa para dar paso al pasaje romántico entre Poppy y un asistente social. Es una pena pues, que pese a la eficacia de la película en la mostración del catálogo de infelicidades del entorno de Poppy, a las que ella desafía con incansable alegría, el británico no se decida a dar a estos desafíos el calado mayor que uno podría esperar. Quizás sea que Leigh no estuviera tan interesado en mostrar a Poppy como una simpática heroína de la felicidad para con aquellos que le rodean, sino simplemente como una heroína para consigo mismo en su superación de sus (no muchas) adversidades con una sonrisa. De hecho, la incapacidad de Poppy para hacer feliz a todas las personas que pueblan su vida queda manifiesta en un amargo desenlace en el que ella misma se ve imposibilitada a ayudar a un Scott cuyas reprimidas emociones se desatan al tiempo que su cólera. Para entonces, Leigh ha conseguido del espectador una cierta simpatía para con Scott que quedará reprendida con un destino en el aire tras su iracunda proclamación.
En definitiva Happy: un cuento sobre la felicidad dice más de lo que parece pero ciertamente podría decir más de lo que dice. No aglutina recalcitrantes lecciones morales ni se empeña en ser una guía de la felicidad para el espectador. Prefiere cuidar pacientemente de unos personajes que acabarán determinando por sí el destino último de la narración, aunque este sea bien incierto. Por eso no deberíamos dejar de entender el título con cierta ironía, pues estamos ante un cuento que narra la felicidad de una persona, pero que subyace la infelicidad más o menos patente de todos aquellos que le rodean.
Jordi Revert
kiro en 08/02/2009
ke Onda cOmO estas
xD nOmas pass jajajaja
Ok me tengO q ir Ok
a que
linda pink
kiro en 08/02/2009
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chaOoOoOoOoO
http://www.cinemabizarremexico-kiro.blogspot.com
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