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"Diamante de Sangre" por Carlos Polite

Publicado: 18/02/2007

Esta es una de esas películas que intentan a toda costa sacudir conciencias. Loable propósito. Pero en ningún momento pierde de vista que en ella se han invertido la friolera de 100 millones de dólares, por lo tanto tiene que generar pasta.

La historia mezcla diversos temas con un hilo común, los llamados diamantes conflictivos, que son aquellos que se exportan de zonas con conflictos bélicos. En este caso la guerra civil de Sierra Leona. Por un lado tenemos el conflicto familiar del personaje interpretado por Djimon Hounsou, que nos depara familia en campo de refugiados e hijo secuestrado para ser convertido en niño soldado y, por otro, la historia del mercenario y traficante de diamantes interpretado por Di Caprio. El destino los unirá con finalidades diversas en la búsqueda de un diamante valiosísimo que el primero logró esconder cuando trabajaba como esclavo en las minas.

Así pues el drama y la aventura están servidos. El problema es que quizá estemos tan insensibilizados que se nos pueda pasar por alto la gravedad de alguna de las imágenes que vemos. El reclutamiento de los niños soldados, la barbarie de los diferentes ejércitos, la tragedia de los refulgidos, el nulo valor de la vida humana, el pasotismo absoluto de occidente y sobre todo la depravación de las empresas privadas que alimentan esta barbarie por medio de la compra de los diamantes conflictivos. El problema es que a veces la narración se dispersa demasiado, intenta abarcar una gran cantidad de temas que quedan algo diluidos en medio de lo que finalmente se propone, que es espectáculo puro y duro. Y en esta última variante es donde la película brilla con absoluto esplendor. Las secuencias de acción son aterradoras y de un verismo que pone los pelos de punta, el trabajo de fotografía es simple y llanamente extraordinario, aunque a esto ayuda el hecho de que nos encontremos en un continente del que cualquier director de fotografía que se precie sacaría oro puro en imágenes. Si a todo esto añadimos a dos actores en absoluto estado de gracia, pues mejor que mejor. Djimon está estupendo como padre coraje y nos depara alguno de los momentos más emocionantes de la película (la secuencia en la reja del campo de refugiados, para enmarcar). Pero es Di Caprio quien roba la función. Pocos actores han crecido tanto en tan poco tiempo. Su interpretación, sensacional. Su personaje, de los que calan y se recuerdan, una especie de Han Solo cínico y desencantado, que si bien cae simpático, no deja de ser en casi ningún momento de la película un absoluto tipejo.

Los puntos flacos, más de uno la verdad. Nuevamente el director parece que tiene la sensación de que está contando una historia más grande que la vida misma y vuelve a alargar la película en exceso. Dale que te dale con las dos horas y cuarto de rigor. Eso le hace perder a la película la intensidad y la fuerza con la que transcurre en sus dos primeros tercios. El hecho de que el héroe en un continente de negros sea el blanquito de marras. Este mismo director ya hizo lo mismo en El Ultimo Samurai. El personaje femenino, bien interpretado por Jennifer Conelly, pero una mera comparsa sin sustancia de los dos intérpretes masculinos.

Sin embargo se agradece que sea una película en cierto modo arriesgada e incómoda, incluso atípica dentro de las superproducciones americanas. Que denuncie todo aquello que pone en imágenes con una crudeza en algunos momentos extrema, a pesar de caer a ratos en mucho convencionalismo y que no opte por dar al espectador todo aquello que quiere. Una buena opción de cine que no defraudará a casi nadie.

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