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"La Escafandra y la Mariposa" por Dani Farriol

Publicado: 31/01/2008

El excéntrico Julian Schnabel presentó en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián “Le Scaphandre et le Papillon” y para los que no lo conozcan, basta decir que su atuendo en la presentación en el lujoso Teatro Victoria Eugenia eran unas bermudas, una camisa a cuadros y unas zapatillas con dibujos infantiles.

Este film es un arriesgado y visceral acercamiento a una terrible historia real, la de Jean-Dominique Bauby, director de la revista de moda “Elle” que cae súbitamente en una extraña enfermedad que le conduce a un coma profundo. Cuando despertó lo hizo con el cuerpo completamente paralizado, excepto su cerebro y su párpado izquierdo que se convertirá en la única ventana de comunicación con el mundo y el medio de comunicación que le permitirá incluso escribir un libro.

Una historia trágica y extrema, que sólo un director como Schnabel sería capaz de llevar a la pantalla y encima dotarla de sentido del humor para no caer en el melodrama lacrimógeno, ya que como él bien dice “odio el sentimentalismo, pero no los sentimientos”.

El film está interpretado por Mathieu Amalric (el cual asegura haber pasado gran parte del rodaje metido en una caja cuando no salía en escena, viendo en una pantalla de vídeo lo que pasaba y recitando sus pensamientos, luego grabados como voz en off), Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze, Anne Cosigny y Olatz López Garmendia, aunque es la cámara quien se convierte en la verdadera protagonista del film y con ella el propio espectador, ya que la mayor parte del metraje está rodada desde el punto de vista del enfermo del “síndrome del cautivo” trasladando sus sensaciones al espectador. Y eso la convierte en una película difícil de ver, poco convencional, donde los desenfoques, las lentes utilizadas, los fundidos a negro simulando los parpadeos, etc, otorgan al conjunto una constante sensación de agobio claustrofóbico sólo atenuada por la utilización del sentido del humor.

La película fue premiada en el pasado Festival de Cannes, recibiendo el de Mejor Director, y es que Schnabel sabe sacar partido de una situación muy poco cinematográfica y atrapa nuestra atención por completo. Curiosamente los altibajos del film vienen en las escenas en que se abandona esa experimentación: me refiero a los innecesarios “flash-backs” rodados con un irritante convencionalismo que contrasta con el resto y que sólo consiguen alargar en exceso la duración del film y distanciarnos de la historia.

Schnabel pretende transmitir optimismo en lugar de llanto pues como afirma, “he querido decir que hay que vivir el presente y agarrarse a la vida. Tras ver la película, uno tiene ganas de volver a casa, abrazar a sus hijos y pensar en lo afortunado que es”.

El film no es redondo, pero el esfuerzo y la valentía en contar la historia y la manera de hacerlo se merecen nuestra atención y así lo entendió el público con una sonora y larga ovación al finalizar la proyección.

Daniel Farriol

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