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'Nymphomaniac' de Lars von Trier, confesiones de una Elektra contemporánea

Coqueteando con el hardcore, el controvertido cineasta danés plantea una reactualización del mito clásico en la primera entrega de su odisea erótica.

Publicado: 30/12/2013

“Freud ha muerto”. Era la confesión que Charlotte Gainsbourg hacía a William Dafoe en 'Anticristo' con un tono singularmente jocoso. Irónicamente, en la primera entrega de 'Nymphomaniac' escenifica (como nunca antes se había visto en pantalla, pese a los antecedentes literarios) el complejo de Elektra, una metáfora desarrollada por Carl G. Jung para superar las deficiencias que apuntó su mentor en los conflictos edípicos de las niñas en cuanto realidad inevitable de la vida. Situándose en el origen de los deseos más primitivos, Lars von Trier ubica su última producción alrededor de estas elucubraciones, que ponen en primer plano las relaciones emocionales familiares. De la mano de una mujer mítica (en este caso, Joe encarna a la Elektra arquetípica en una versión contemporánea) hace hincapié en la tragedia que inspiró 'Medea', más tarkovskiana que dreyeriana en su relación con la pasiones, proporcionando, como ya advirtió Aristóteles, la consabida experiencia catártica en el espectador.

En un escenario que remite en cierto modo a 'El elemento del crimen', la actriz fetiche y ahora 'ninfa' del danés, en el papel de Joe adulta, recibe el auxilio de Seligman (Stellan Skarsgard), un piadoso profesor de ascendencia judía que, al encontrarse con la mujer tirada en la calle con claros signos de violencia, decide llevarla a su casa. Allí, mientas el hombre le dedica los cuidados necesarios, Joe, rebosante de culpabilidad, narra, a modo de cuento de hadas, los episodios de su vida que han propiciado la lamentable situación en la que se ve arrojada. El mundo parece girar en torno a la sexualidad y su ninfomanía ha determinado su ritmo vital. ¿Disfruta la protagonista realmente del sexo o su ninfomanía es un tipo de neurosis causada por conflictos no resueltos? Joe, con la ayuda de su nuevo amigo, intenta poner orden en el caos de sus experiencias internas. Con un método 'mayeútico' que parece surgir de manera espontánea, la 'paciente' profundiza en su complejidad emocional y en la angustia que la aflige mediante extraños 'tropos' lingüísticos. De este modo, un concepto concreto sirve de hoja de ruta para la elaboración de cada una de las historias que componen los capítulos.

Como una araña tejiendo su tela, Joe va elaborando poco a poco su relato, construyendo puentes para confeccionar una estructura significativa completa. Estableciendo vínculos entre ideas aparentemente disociadas con el fin de encontrar nexos en común, la protagonista da sentido a sus vivencias sexuales en una especie de psicoanálisis lacaniano. Al final todo se reduce a una única cosa: el sexo, que se presenta velado y enmascarado bajo múltiples formas. En este sentido, la imaginación de Joe vuela: un anzuelo de pesca retrotrae el recuerdo de sus primigenias técnicas de seducción, empleadas durante los atrevidos y descarados encuentros sexuales de su adolescencia (con el rostro de una fantástica Stacy Martin). Como buenas 'pescadoras', Joe y su amiga B prueban con el ensayo-error hasta pulir su estilo en un tren que podría proceder de la línea de ferrocarril Zentropa. Al menos hasta lograr que el suyo sea un arte infalible.

La tragicomedia, como vía de escape, también ocupa un lugar privilegiado en la trama con la aparición de una Uma Thurman tan soberbia como epatante en el papel de la señora H, una mujer abandonada y despechada que, aún despreocupándose del amor, no duda en traumatizar a sus hijos, si de ese modo humilla a su insulso marido y, de paso, consigue arruinar su 'flamante' relación. No menos demencial resulta el método que practica Joe a la hora de elegir sus citas: en principio, las ajusta haciendo un repaso anatómico de los genitales de sus compañeros de cama y, después, se encomienda al azar. A propósito del antisemitismo, Joe le aclara a su confesor que “la suma de todos los penes circuncisos equivaldría a la distancia de un viaje de ida y vuelta a Marte”.

Mientras la joven detalla sus aventuras, caso de la fundación del 'club de la rebeldía', donde se citaba con chicas de su edad para declararle la guerra al amor con 'ritos satánicos' y entonaciones en latín que ofenderían a la mismísima Trinidad, Seligman, en un intento de componer una imagen que se ajuste a la verdadera personalidad de la mujer en su etapa adolescente, ficciona la realidad, poniendo de relieve, como si se tratara de un juego mental, la manipulación de la materia base del relato y su consiguiente falta de correspondencia con lo real. Recupera, además, el elevado potencial simbólico que exhibió en el bosque de Eden, marcando un antes y un después en su filmografía. Entonces, una zorra (animal que el psicoanálisis asocia a la lujuria) vaticinaba que “el caos reinaría”.

Siguiendo la estela de 'Melancolía' en lo que respecta a su fijación por el cataclismo interior (y no el exterior) de sus protagonistas, el danés pretende desentrañar la naturaleza femenina desde su vertiente más desconocida, aunque en 'Nymphomaniac' el origen de la ¿neurosis? parece anclarse en los periodos pre-edípicos. Y es que Trier sabe mucho de divanes. Precisamente, 'Anticristo' responde a una recomendación de su terapeuta para superar la profunda depresión en la que se hallaba inmerso a causa de la terrible confesión que le hizo su madre en el lecho de muerte: “Tu padre no es quién crees que es”. Por ello, las concomitancias entre su obra y esta revelación, que supuso un duro golpe para el realizador, no son casuales.

En el bosque de las hadas

El mundo responde a una numerología y un orden simbólico (tanto en su manifestación natural como intelectual) que ocultan nuestras pulsiones bajo códigos racionales. Así, la polifonía de Bach, que esconde un erotismo por descifrar, lleva a la ninfómana a reunir en un collage a tres amantes dotados de cualidades únicas para la composición de una 'partitura' perfecta. El único elemento discordante es el hombre que representa el amor. Un sentimiento que la ninfómana vive desde la confusión emocional. Cuando Joe habla de Jêrome (el chico que, pese a tener un bajo coeficiente, consigue perturbarle el alma), la naturaleza del relato, envuelta en un lenguaje críptico, se vuelve tan irreal como la literatura del cuento de hadas. Joe, como una 'Caperucita Roja' con deseos agresivos y sexuales, se esfuerza por seducir a su padre (el lobo contra el cazador) para que éste la quiera más que a nadie (compitiendo, de este modo, con la figura materna). En búsqueda de la satisfacción sustitutiva, la joven opta por el principio de placer frente al principio de realidad, propiciando encuentros autodestructivos que podrían devenir en una terrible tragedia.

En lo que refiere a la cuestión de si se puede catalogar como cinta pornográfica, 'Nymphomaniac' remite a un problema de identificación, esto es, a la molesta tendencia que asocia lo pornográfico con lo grotescamente explícito y carente de narrativa, obviando el placer intelectual y el erotismo que se oculta bajo las apariencias. Por lo tanto, 'Nymphomaniac' no es una película hardcorde para quienes piensan que el sexo se sitúa en los genitales, mientras que resultará altamente estimulante para aquellos que lo ubican en el cerebro. El goce no reside en A, sino que para conseguirlo, a veces, hay que transitar de A a B, y, en ocasiones, pasando por C. ¿Es coherente tachar a 'La vida de Adele' de pornográfica (por sus escenas más tórridas, básicamente dirigidas a una audiencia heterosexual) y no otorgar la misma consideración a 'Nymphomaniac' (con escenas de sexo tanto explícitas como sugeridas)? O, incluso, que se plantee si es erótica o no.

María José López

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