En el filo de la navaja. Así podría haberse titulado también esta película sin ningún problema, ya que es el territorio que transita a lo largo de todo su metraje manteniendo el equilibrio con envidiable soltura casi en su totalidad. Dos asesinos a sueldo son enviados a Brujas por su jefe durante dos semanas para esconderse debido a su fallido último trabajo. Unos de ellos, más sensible y cultivado que su compañero, se encuentra como pez en el agua con las actividades culturales de la ciudad, el otro, más joven e hiperactivo, no puede soportarla.
Estamos en definitiva ante una de esas historias que insisten en resultar brillantes y originales a toda costa en detrimento de su credibilidad, es decir, guión puro y duro, secuencias que funcionan en la medida en que sus diálogos fluyan con naturalidad y desparpajo. Da la sensación constante que esta película ha sido parida a la sombra de esos nuevos adalides de la modernidad cuyas cabezas visibles son el antes mencionado Tarantino y el hoy de capa caída Guy Richie. El problema es que si no se mantiene el nivel de brillantez a lo largo de todo el metraje la cosa decae. Por suerte, esta no lo hace hasta casi el final de la película, con un giro brusco y tosco en el que los cadáveres se empiezan a amontonar y la sangre a fluir. Mientras tanto la cosa se disfruta y mucho. El guión resulta muy vivo a pesar de la quietud del contexto en el que se enmarca, lleno de diálogos divertidos y brillantes al más puro estilo Tarantino, es decir, mucha verborrea con poco sentido pero a corto plazo plenamente disfrutable. Todo puesto al servicio de un grupo de excelentes actores conformado por un Colin Farrell divertidísimo, un Brendan Glesson paternal y un Ralph Fiennes a cargo del papel de malo malísimo y brillante brillantísimo en cada una de sus alocuciones. La película por lo tanto funciona como un extraño mecanismo de relojería. Resulta divertidísima a pesar de no pasar casi nada, por no decir nada.
El problema viene a la hora de acabarla, de darle el toque final. Es aquí donde la película no encuentra el tono adecuado, donde la ausencia de credibilidad que no había afectado al resto del metraje hace mella, donde las situaciones increíbles se atropellan unas a otras sin solución de continuidad para dar paso a un final tan previsible como increíble. Acabar las películas es todo un arte y evidentemente siempre lo más difícil de hacer, lo que provoca que se salga del cine con buena o mala sensación. En este caso al aparecer los títulos de crédito uno se queda con una sensación un pelín agria, pero que no debería hacernos olvidar el disfrute previo y el talento que se esconde tras el director y firmante de esta obra.
Por Carlos Polite
carlos polite en 25/07/2008
Gracias a ambos.
Si es por eso me mojo. un 6,5 para brujas y un 5,5 para Hancock.
Polifan en 25/07/2008
Polite no se moja poniendo notas pero a mi gusto narra mejor :)
aapon! en 24/07/2008
me alegra que haya vuelto a las críticas Mr. Polite
carlos polite en 25/07/2008
Gracias a ambos.
Si es por eso me mojo. un 6,5 para brujas y un 5,5 para Hancock.