Que Kubrick buscaba sustituto ya lo intuyó Spielberg cuando acogió buena parte
de sus ideas, bocetos y conversaciones recientes para trasladar a la pantalla
grande la última de las ensoñaciones del cineastaneoyorquino, "AI". Si bien
Spielberg no consiguió sino parecerse a sí mismo en aquella monumental incursión
en el mundo robótico de Brian Aldiss, muchos estuvimos de acuerdo que ninguno
otro distinto a Spielberg osaría acercarse a la comparación kubrickiana.
Algunos, sin embargo, nos advirtieron que el verdadero heredero de Stanley
Kubrickno lucía de gafas ni gorra de béisbol ni propugnaba baladas judías al
compás de la música de John Williams, sino que se llamaba Paul Thomas Anderson y
hacía películas personalísimas, no todas con Philip Seymour Hoffmann de
protagonista,sí todas con un estilo depurado y complaciente, creando una
perfecta simbiosis entre la música, la fotografía y la dirección de actores, que
le ayudaba adefinir un estilo
que el bueno de Tom Cruise se atrevió a apadrinar en esa película suya llamada
"Magnolia".
"Magnolia" fue, en efecto, una película imperfecta por cuenta, seguramente, de su
despliegue verborreíco, apenas matizado por un trabajo de cámara notable, más
aún: por el absoluto control que repliega el cineasta sobre cualquiera de los
elementos que definen a su producción. Le faltaba a "Magnolia" lo mismo que a
"Boggie Nights": contención y mesura; eso que sí tuvo PTA en "Punch Drunk Love"
("Embriagado de amor"), la que quizá aún sea su obra más personal y redonda, junto
a la que es su película más minusvalorada (y más reivindicable, por tanto),
"Sydney", la cinta que sentó las bases de ese talento imparable cuyas raíces
ahora vuelca, con enjundia y boato, en su última producción hollywoodiense, de
título exageradamente literario tanto en su traducción castellana, "Pozos de
ambición", como en su versión original (después sabremos por qué).
Nos encontramos, pues, en "There will be blood" con una películame fistofélica,
de pretensiones preclaras (ese Oscar anhelado, ese reconocimiento artístico
universalizado, esa sentido de la grandilocuencia visual, esas interpretaciones
de ascendencia vehemente…) y larga duración, que quiere pertenecer a otra década
y casi lo consigue, quizá porque se sabe más cerca de Scorsese que de Kubrick
o Altman y, por encima de aquéllos, de Welles o de Nicholas Ray, a pesar de que
su argumento nos remita en sus primeras secuencias no a "Ciudadano Kane" o "Al este
del Edén" sino a "Gigante", aquella otra película folletinesca de George Stevens
articulada en torno a los peinados y poses de James Dean, y de cuyas resonancias
mítico-bíblicas se apropia PTA en este descenso a los infiernos, absolutamente
demencial e incontenido, que es "There will be blood", contando con
la connivencia de un Daniel Day-Lewis quien se sabe, como casi siempre,
protagonista absoluto de la
película. De ahí sus excesos; de ahí la apatía de los demás.
Los primeros minutos de "There will be blood" son sobresalientes, más que eso: uno
tiene la impresión de estar en presencia de un producto de otro tiempo:
apasionado, sin reglas, instintivo… Un crescendo musicado que acompaña a las
imágenes de este empresario que todavía se niega a serlo, excavando su pozo en
busca de plata, primero, y de petróleo, después, dejando sus huesos y cordura en
el intento. Es un inicio desposeído de cualquier vínculo con la comercialidad y,
por tanto, de diálogos o de explicaciones, que juega con el recuerdo de "2001:
una Odisea en el Espacio" y, por tanto, aspira a reclamar ese heredad que antes
anunciaba. El resto no está a su altura y, sin embargo, se mantiene, con sus
altibajos y su duración exagerada, entre lo mejor que se ha podido ver este año
en un Cine. Posee momentos dramáticos memorables,especialmente el estallido del
pozo, sobre cuyos cimientos se asienta el punto de inflexión de esta película al
tiempo que
explicita las prioridades sentimentales de Daniel Plainview, como bien puede
comprobar su propio hijo.
En este contexto, entienden PTA y Daniel Day-Lewis, no hay lugar para
secundarios o para mujeres, y sí para un par de tipos sin escrúpulos: uno
financiado por la Fey por el poder que gracias a su desempeño puede llegar a
ejercer sobre los demás; el otro imbuido por la recompensa de encontrar todo el
dinero que le permita poder vivir el resto de su vida en soledad…; ambos, desde
el principio, enfrentados en una espiral de odio cuyas connotaciones hacen
públicas –a gritos- en el altar mismo de una Iglesia. Es un duelo de antagónicos
entre los que en realidad no son sino la cara de una misma moneda definida por
la avaricia y el arribismo, así como por la consecución de un deseo cuya
naturaleza se resumiría en el sometimiento de aquéllos que osen hacerles frente.
La película termina enrocándose en rededor de la personalidad, cada vez más
desordenada y pancista de Daniel Plainview; ya poco importa a PTA sus negocios
o su fortuna, y sí mostrarnos las claves de la involución emocional que arrastra
a este gran hombre de negocios hacia el abismo haciendo un paralelismo
evidente entre el caudal que emerge de los pozos, cada vez más suculento y
denso, y la sangre que va manchando las ropas de aquel que los perfora, de un
origen cada vez más irracional.
Retrato desaforado de la ambición y de las malas artes que la financian, "There
will be blood" se resiente, en fin, de su falta de mesura y su larga duración, y
de la ausencia de algunos secundarios capaces de hacer frente al trabajo,
sobresaliente a pesar de los pesares, de un Daniel Day-Lewis que logra lo que
ninguno antes había conseguido: eclipsar en algún momento el trabajo de cámara
de Paul Thomas Anderson.
Todo ello, bien expuesto y dispuesto para denunciar lo que no son sino los
pilares que sustentan la sociedad que consiente y financia esta gran película:
petróleo, religión y falta de escrúpulos. De todo esto habla "There will be blood"
de forma explícita, y lo hace de un modo narrativo que se adelanta varios años a
nuestro tiempo. Ya se ha dicho por ahí: también por estoc omparte cierto
parentesco con "Ciudadano Kane". Quizá estemos exagerando; vosotros tenéis la
última palabra.
Lo más destacado: Que Paul Thomas Anderson no haya rodado la obra maestra que
todos esperábamos.
Lo menos destacado: que podía haberlo sido con algunos retoques en la sala de
montaje.
Calificación: 9
J.P. Bango
millard en 23/03/2008
con tanto rodeo al inicio de la critica parecia 18 de septiembre.
la ultima escena la encontre notable, la banda sonora tambien.
Wotan en 20/03/2008
El autor consigue casi 1 párrafo = 1 frase. Se creerá Proust?
millard en 23/03/2008
con tanto rodeo al inicio de la critica parecia 18 de septiembre.
la ultima escena la encontre notable, la banda sonora tambien.