Cannes Reviews (1)
Como complemento a nuestras extensas reviews de algunos de los títulos más destacados del Festival de Cannes, dedicamos también algunas reseñas, en formato reducido, a otras cintas igualmente sugerentes o memorables. En este primer capítulo, nos centramos en tres películas del Marché du Film ("Hobo with a shotgun", "Underwater love", "The divide") y un trío de producciones participantes en la Semana de la Crítica ("Avé", "Las acacias" y "My little princess").
Publicado: 22/06/2011
HOBO WITH A SHOTGUN (Jason Eisener, Canadá / Estados Unidos)
Es fácil reconocer las intenciones últimas de la cinta de Jason Eisener, Hobo with a Shotgun; su croma saturado, sus guiños a los clásicos videojuegos recreativos tipo beat'em up (por ejemplo, Double Dragon) y sus continuos homenajes a cierto cine setentero con Charles Bronson de protagonista (por ejemplo, "Mr. Majestyk"), jjusto lo que pretendía hacer Clint Eastwood en "Gran Torino" desde una vertiente crepuscular; su tono es más de un cómic underground que de una película al uso, aún tratándose de una parodia en toda regla, si bien el histrionismo del que hacen gala la mayoría de sus actores a veces sobrepasa lo soportable (al lado de esta película los personajes de "Malditos Bastardos" parecen comedidos). Poseedora de un montón de guiños al público más palomitero, sangre a raudales, un sinfín de escenas bizarras (con la impagable presencia de entidades demoniacas forradas de acero y látex en su tramo final) y no poco impacto visual y argumental (aunque a estas alturas nada nos sorprende), Hobo with a Shotgun nos resulta, empero, demasiado pretenciosa (los soliloquios frente a los recién nacidos, la redundante metáfora del oso, la secuencia final de indudable ascendencia crística), provocadora (justo lo que no era "Nude Nuns with big guns", mucho mejor película que ésta) y ruidosa (uso del montaje incluido) como para tenerla en consideración más allá de su primer visionado. Será recibida, eso sí, con cierto furor por ciertos estamentos crítico-nostálgicos (también por festivales que aúnen complicidad con un especial fervor hacia según qué productos videográficos pergeñados en la década de los ochenta), tal es su grado de exceso, secuencias hiperbólicas y apostura grotesca. Se queda a medio camino de todo y cuanto el propio Eisener pretendía en sus primeros minutos, pero vuelve a traer a la actualidad fanófila el nombre de Rutger Hauer y eso, sin ser mucho, ya nos parece suficiente. J.P. Bango
AVÉ (Konstantin Bojanov, Bulgaria)
“¿Te lo crees todo?” le espeta Avé a Kamen, tendida desnuda sobre la cama de una habitación de hotel, en una localidad extraviada entre carreteras comarcales, en medio de la nada. Él, un adolescente reservado y huidizo, inmerso en un viaje sin equipaje hacia Ruse, con la intención de asistir al funeral de un viejo camarada, un compañero de su escuela de arte cuyo súbito suicidio parece engendrar en su seno un ineludible sentimiento de culpa. Ella, una joven fugitiva, imprudente y traviesa, a la que conoce azarosamente en su camino. Los recelos iniciales confirman pronto el talante problemático de Avé, empecinada en ingeniar una nueva identidad para ambos cada vez que alguien los recoge. Sus mentiras compulsivas se convierten en un juego incómodo, hasta el punto de que Kamen se siente incapaz de discernir entre lo que es verdad y lo que es humo. En su odisea, la pareja se separa y reencuentra una y otra vez en continuos movimientos de repulsión y atracción; mientras surge sosegadamente el amor, comparten cigarrillos a la orilla del río, siguen la pista de un hermano ausente cuyo rastro se desvanece en solares abandonados, cometen pequeños hurtos en gasolineras y tropiezan con lobos cuya apariencia de cordero encubre a pedófilos acechantes en claustrofóbicas madrigueras y conductores que a la mínima de cambio destapan su violenta paranoia. Road movie excepcionalmente romántica, la película retrata a una juventud hastiada y alienada, esclava de secretos inconfesables y utopías tan glamourosas como irrealizables, impelida por traumas de un pasado en el que afloran frustraciones sexuales y carencias afectivas. Criaturas desorientadas en un mundo de adultos marcados por el conflicto paterno-filial y el dolor del duelo, por la tragedia insoportable de sobrevivir a los hijos, por ilusiones piadosas que promueven una felicidad efímera. Frente a la intensidad que exudan los planos en espacios cerrados, las tomas en exteriores mantienen una distancia prudencial, evidenciando, como en el caso de la música (en la que los instrumentos de cuerda oprimen sutiles punteos de guitarra), fluctuantes estados de ánimo. Su desenlace, abierto y taciturno, es otro aliciente más para aproximarse sin suspicacia a la poco complaciente ópera prima del búlgaro Konstantin Bojanov. David López
UNDERWATER LOVE (Shinji Imaoka, Japón)
Grotesco kaiju eiga (surrealista sólo en apariencia), pervertido de no pocos insertos pink, penes protésicos de ascendencia monstruosa, onomatopeyas redundantes y números musicales de indudable raigambre näif (vagamente trabajados en la mayoría de los casos), Underwater Love de Shinji Imaoka trata constantemente de equilibrar su incuestionable superioridad formal (fotografía de Christopher Doyle, música de Stereo Total), con un argumento a duras penas definido por la repetición sistemática de running gags (sólo parcialmente inspirados), sexo paródico y coreografías de perfil bajo, mientras trata de buscar, con poco éxito, la aprobación de aquél que paga las entradas, en último término, su complicidad. A cambio se ofrece un producto entusiasta pero desposeído de estilo, a medio camino entre la cinta de culto y el bizarrismo impostado (y vaya si se nota) que apenas si puede sostenerse, empáticamente, por la grata simpatía que rezuma, sonrisa en ristre, su protagonista femenina: Mutsuo Yoshioka, una habitual del softcore japonés (por ejemplo, en "Ero Kowai Kwaidan", "Passions Of A Private Secretary", " The Secret Female Ninja"), en su segunda colaboración con Shinji Imaoka tras la comedia surrealista (y también erótica) "Uncle's Paradise", impagable en esta versión cómica de si misma: único clavo al que puede agarrarse el espectador menos influenciable para soportar el tedio ingobernable que producen alguno de los pasajes centrales de los que se nutre la película, por ejemplo: la ominosa búsqueda, a lo largo y ancho de un bosque feérico aparentemente salido del universo Apichatpong, de una "perla anal" (sic) especialmente habilitada para tonificar la virilidad perdida del hombre-tortuga. Solo apta para curiosos. J.P. Bango
LAS ACACIAS (Pablo Giorgelli, Argentina / España)
1500 kilómetros. La distancia que separa Asunción del Paraguay de la capital argentina. El fatigoso recorrido que comparten voluntariamente Rubén, un veterano transportista de la industria maderera, malhumorado, parco en palabras y de rostro apesadumbrado, y Jacinta, una mujer de origen guaraní que nunca se separa de Anahí, su pequeña hija de apenas ocho meses. Una dilatada travesía en camioneta, auspiciada por un tercero, Fernando, al que les une un vínculo laboral, cuya meta no es otra que la de un mejor porvenir. De la apatía a la estima, de la indiferencia a la ternura. Compañeros ocasionales en ruta, hermanados por el vacío, la soledad y las cicatrices físicas y anímicas. Otra historia mínima, de puesta en escena modesta y combustión morosa, que, discreta en diálogos pero profusa en gestos sintomáticos, silencios elocuentes y miradas cómplices, alude a fronteras institucionales y mentales, a documentos a cuyo amparo recibimos el título de ciudadanos, a nexos primarios que tiempo atrás se resquebrajaron, al menester de conquistar la dicha y el equilibrio. Bajo el mecenazgo de Ariel Rotter, “Las acacias”, flamante Cámara de Oro del último Cannes, se debate entre la delicada intimidad de sus tiempos muertos y la laboriosa contención de emociones de perfil universal, alumbrando sin puerilidad la posibilidad de segundas oportunidades, haciéndonos partícipes de una eventual excursión a la región de Catamarca, esa quimera en la que, como nuestros héroes, todos podremos comenzar de nuevo, desde cero. David López
THE DIVIDE (Xavier Gens, Alemania / Estados Unidos / Canadá)
Fallida y, finalmente, predecible cinta de terror y ciencia ficción (sin que ninguno de los dos géneros tengan excesiva importancia en el desarrollo de su entramado) alrededor de un grupúsculo de personas encerrado en el (amplio) sótano de un edificio residencial, cercado por una amenaza exógena de escaso protagonismo (y menos calado antagónico). Como casi siempre ocurre en el universo Xavier Gens, la película apenas si puede sostenerse argumentalmente más allá de su excelente (e hiper-digitalizado) prólogo, tal es su reprochable nivel de previsibilidad, carácter prototípico y desaprovechamiento de recursos. A pesar de sus (es)forzados intentos por resultar trascendente, gracias a los constantes vaivenes psicológicos (ninguno provocado por la claustrofobia) que definen a unos y otros personajes, siempre dentro del tópico manierista, cinematográficamente hablando, de que el fin de la civilización también supone un incremento de la agresividad (y la irritabilidad) del ser humano, el cineasta francés se muestra particularmente incapaz de desalojar la película de lugares comunes, todos vistos repetidamente en el subgénero post-apocalíptico, y eso a pesar de desarrollar buena parte de su entramado mediante numerosos twist (ninguno imprevisible). "The Divide" acaba siendo, en fin, un continuo quiero y no puedo en forma de subproducto, claustrofóbico sólo en apariencia, que deja en el gaznate del aficionado al cine de género, empero, los demacrados aspectos que el paso del tiempo y los quirófanos han esculpido en los rostros de Rosanne Arquette (en el papel más antiglamouroso de su carrera) y de Michael Biehn (su arquetipo resulta entrañable de puro cartoon), las cejas depiladas de Milo Ventimiglia (intentando aparentar ser un tipo duro), el estupendo sentido de la oportunidad de su título (los personajes, escenarios y clichés argumentales no dejan de dividirse, como si fueran células, durante todo el metraje), el (muy) buen uso del espacio geográfico y la enésima heroína vestida de tirantas (Lauren German, repitiendo alguno de los mohines ya vistos en Hostel 2) dispuesta a salvar su propio pellejo (resistiéndose incluso al acoso de la enfermedad radiactiva) cueste lo que cueste. Hace añorar a La Hora Fría de Elio Quiroga... J.P. Bango
MY LITTLE PRINCESS (Eva Ionesco, Francia)
Ópera prima de la actriz francesa Eva Ionesco (Polanski la hizo debutar frente a la cámara en “El quimérico inquilino”), “My little princess”, compareciendo como exorcismo autobiográfico, fracasa estrepitosamente en su risible intento por conciliar algunos tópicos del drama generacional y el retrato desinhibido de una época apegada a la controversia y el escándalo (la década de los setenta), consecuencia de un guión imperfecto, provisto de alguna réplica ingeniosa, y un trabajo de dirección torpe y necesitado de brillo. Violetta, de diez años, ha crecido en un entorno frágil y pernicioso; criada bajo la tutela de su abuela, devota de una congregación ortodoxa, su infancia deambula entre fantasías hollywoodienses y la sombra de una madre ausente, cuyas idas y venidas siempre se escudan en la furtividad de la noche. Pintora fracasada, Hanna (una Isabelle Huppert en horas bajas) confronta con sus farsas y sus veleidades la supuesta mediocridad de su tiempo, empuñando su aventura artística bajo la coartada de un erotismo intelectual y literario. Apadrinada por Ernst, amante ocasional y mecenas desprejuiciado, halla en la fotografía una objetividad sagrada. Su imberbe sucesora no puede evitar caer presa del hechizo de misteriosa bohemia que empapa su estudio. La precoz lolita transita de una suerte de Shirley Temple para nostálgicos prerrafaelistas a protagonista absoluta de exuberantes y barrocos tableux-vivants, impregnados de provocación surrealista, idóneos para evocar la herencia de Balthus; un universo de ficción saturado de trajes de princesa, espejos deformantes, coronas florales, iconografía cristiana, máscaras venecianas y atmósfera de cabaret malsano. Musa glam, vampiresa de la arrogante escena parisina y marginada militante en la escuela, Violetta abandona vertiginosamente la edad de la inocencia mientras el dinero y las drogas fluyen al amparo del ascenso meteórico de su progenitora, siempre presta a transgredir el límite, al menos, hasta que los excesos se cobran sus primeras víctimas. Intermitentemente eficaz en la composición de sus planos, la desconcertante fluctuación de tonos y registros, la vocación esperpéntica que domeña muchos de sus pasajes, la endeble y dantesca presentación de algunos personajes, y su desatinado score, capaz de ligar carga melodramática y guiños a la música del cine de culto de los 70 (Bava y Argento asoman en las paredes del destartalado apartamento), no favorecen la valoración final de una película que se permite cierta referencia al tráfico descontrolado e intimidatorio de la imagen en la post-modernidad. Una alusión subrepticia, finalmente poco próspera en la trama, que, en manos de un cineasta como Asayas, sirvió de materia prima, como bien sabemos, de otra obra, esta sí, excelente. David López
Tags: Reviews Crítica Cannes Marché du Film Hobo with a shotgun Jason Eisener Ave Konstantin Bojanov The Divide Xavier Gens My little princess Eva Ionesco Las acacias Pablo Giorgelli
Essay proofreading en 29/06/2011
I can not say anything about this film, because I have never watched it.
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Proofreading Service en 01/10/2011
I think this film draws on some interesting concepts that have to be taken into account and show that there is an intrinsict understanding of life being portrayed on the cinema screen.