"30 Días de Oscuridad" por Carlos Polite

Publicado: 14/02/2008

La figura de los vampiros siempre ha generado una fascinación tremenda. Resulta normalmente impecable esa mezcla aristocrática y cruel que desprenden, a la vez que ese aura trágica a pesar de ser una persona tocada por el dedo de la inmortalidad. Aunque normalmente suele ser una inmortalidad teñida de la más absoluta soledad. Pues bueno, olvídense de todo esto cuando entren a ver la nueva propuesta del director de la muy aceptable e inquietante «Hard Candy», David Slade. Aquí no hay seres elegantes ni flemáticos, sino simplemente una caterva de bichos con muy mal humor y cuya única intención es liquidar a todo el personal que encuentren a su paso.

Nueva adaptación de cómic que nos presenta una premisa inicial no exenta de atractivo. Un grupo de vampiros llega a una localidad perdida de Alaska mientras sus habitantes se preparan para pasar una larga noche de treinta días. Absoluto festín para estas criaturas de la noche. El fundamental problema de la película es que se queda por desgracia en eso, en una premisa inicial no exenta de atractivo. La media hora inicial resulta absolutamente modélica a pesar de la vulgaridad de sus personajes (resulta irritante que en situaciones de crisis siempre tenga que haber una pareja rota que encuentra en las dificultades su amor extraviado). Modélica en su planteamiento estético, primero con las impresionantes tomas en la inmensidad de una mar de nieve y segundo una vez iniciada la noche, por la elegante y sofisticada puesta en escena con secuencias que de verdad quedan en la retina del espectador como la toma aérea durante el primer ataque masivo de los vampiros.

El problema viene después, cuando la historia en su casi hora y media siguiente se estanca en la epopeya de supervivencia durante los 30 días siguientes. Yo no sé si se debe al tratamiento que los comics dan a los personajes o sencillamente que algo se pierde en su traslado a la pantalla, pero aquí falta carisma y sobran sosos. Nueva demostración, y van...... de que al señor Hartnett esto de interpretar le viene un pelín grande. En ningún momento él o cualquier otro personaje nos transmite lo agobiante y desesperado de la situación. Resultan todos ellos meros clichés que tarde o temprano irán cayendo en los colmillos de las agradables criaturas que pueblan la cinta.

En esta tesitura el director tira de cámara, elegancia visual, a la par que de un tratamiento muy visceral y nada agradable de la violencia. Parece que ante lo insustancial de la propuesta es la única manera de mantener la atención del espectador, a base de «set pieces» cada cual más violento y sangriento, eso sí, con una estética muy cuidada. Debido a estas explosiones de violencia explícita la cinta mantiene un nivel de sorpresa mínimo para llegar hasta un final algo precipitado, chorra y bastante fatalista. En el camino queda un intento fallido de dar una dimensión más animal a la figura clásica del vampiro, el problema es que eso no se consigue poniéndoles mala cara y dejando que griten al viento cada vez que avistan una presa.

Carlos Polite