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Corea DVD: "Secret Sunshine"

A “Secret Sunshine” acabará por pasarle factura la expectación generada por los aplausos de la crítica y los galardones obtenidos tanto en el marco local (con los triunfos absolutos en los premios Asia pacific Screen o, recientemente, en la entrega anual de las estatuillas de la Academia del Cine de Corea) como en el mayor escaparate internacional, con ese reconocimiento a Jeon Do-yeon como mejor actriz en el último Festival de Cannes.

Publicado: 13/01/2008

Esta reflexión viene a señalar que nadie debería equivocarse con esta película: quien pensara hallar aquí nuevas líneas de fuga para el melodrama y la comedia romántica coreana finalizará la función decepcionado. Y es así porque el cuarto trabajo de Lee Chang-dong, otrora Ministro de Cultura y Turismo del gobierno coreano, no difiere demasiado de las formas y los contenidos del resto de la producción cinematográfica nacional de coartada internacional. Sin embargo, el film propone ciertos apuntes discursivos muy interesantes que se desaprovechan perdiendo lo que podría haber sido la punta en lanza de una película correcta, de excesiva duración, filmada sin complicaciones pero con pulso y que se nutre de las interpretaciones de su pareja protagonista.

“Secret Sunshine” es un relato acerca del dolor, sí, pero sobre todo una meditación que divaga sobre la fe, la redención y la justificación moral de nuestros actos. Tras el fallecimiento de su marido en un accidente de tráfico, Shin-ae se traslada junto a su hijo de Seúl a Miryang (cuya traducción viene a dar título a esta película), el pueblo natal de aquél, siendo ese éxodo el máximo deseo en vida del difunto. La intención de Shin-ae evidentemente responde al propósito de comenzar desde cero una nueva vida en un lugar en el que es una completa desconocida y donde podrá recuperar como profesora un empleo y una pasión: el piano.

En su primer tercio, Chang-dong describe la recepción que esta mujer recibe de sus vecinos, especialmente de Chan Jong, un mecánico tontorrón que pronto se enamora de ella y al que interpreta, como no, el carismático Song Kang-ho. Entonces, como si de un repentino giro novelesco se tratase (el peso del original literario de Yi Chong-jun es relevante), la trama, inicialmente cotejada en los parámetros del drama cotidiano y familiar (con fugas humorísticas casi siempre en torno a una mesa y una comida), se adentra en los quebradizos terrenos de la tragedia insostenible cuando el hijo de Shin-ae es secuestrado y finalmente asesinado, hecho que el esperpéntico desarrollo de este crimen no hacía sino presagiar, si bien la sorprendente y rápida captura de su autor material ya presenta una primera lección sobre las criaturas codiciosas que se ocultan tras la máscara del sonriente dependiente o el entrañable maestro de la guardería.

Afrontado este tramo, con toda su escenificación del desconsuelo materno y el desasosiego existencial que acompaña la pérdida, nos enfrentamos con el capítulo más destacable y significativo del metraje. Shin-ae, desesperada por su situación crepuscular, abraza la religión cristiana como única fuente de sentido. Con una transformación casi milagrosa que resulta tan sospechosa como la dibujada en “Takva”, termina por asumir aquello que hasta entonces siempre había negado: “que no lo vea no quiere decir que no exista”. La segunda oportunidad de Shin-ea se la ofrece el amor de Dios, acto que requiere por su parte entrega y fe. Su conversión parece irreversible cuando decide, aceptando la regla de compromiso “ama y perdona a tus enemigos”, que quiere visitar en prisión al asesino de su hijo y otorgarle su perdón. Pero irónicamente esta prueba de fe supondrá su crisis definitiva y su escisión terminal con la religación que supone toda doctrina religiosa. Cuando descubra que el homicida, ahora un hombre aparentemente tranquilo y feliz, afirma “haber descubierto a Dios y haber encontrado en él la absolución final a sus pecados”, será cuando sea consciente de que su dios benévolo ni puede explicar por qué un niño inocente puede morir tan cruelmente ni cómo es posible que un monstruo reciba clemencia instantánea para un crimen en el fondo imperdonable.

Ni sus creencias habían podido aplacar su ferviente deseo de venganza, sentimiento retratado con descaro en una escena en la que simplemente ignora como unos jóvenes maltratan a la hija del hombre que sesgó lo que más amaba en el mundo. Su crisis religiosa no es sino el último estadio de su crisis vital, verdadero test para su creciente estado de locura y que debe guiarla hacia delante o hacia un punto de no retorno.

¿Por qué un Dios que ha convertido al hombre en el centro del universo y del proyecto teleológico permite que la inocencia pueda ser aplastada tan cruelmente? La teodicea y el problema del mal late con interés en el corazón de esta película pero lo cierto es que Chang-dong parece temer profundizar y ensayar dicha reflexión procurando concentrarse en el refuerzo de los elementos dramáticos. El devenir (caos, desorden y azar), la crisis cultural y axiológica, y la problemática del sufrimiento y el sinsentido del cosmos y la realidad intramundana de la existencia humana constituyen nexos fascinantes que confrontar con el nuevo mapa instaurado por el sujeto de la antropodicea y la emancipación histórica. Ya sea Dios o el hombre el chivo expiatorio que debe asumir su fracaso histórico, “Secret Sunshine” bosqueja el asunto pero no remata, ofreciendo básicamente un drama sobre las segundas oportunidades (a través del rostro-espejo que representa el Otro), el poder de las ideologías, la doble moral y el sentimiento trágico de nuestra vida, siendo éste último un camino que allanar desde un nihilismo negativo (caso de Shin-ae), la óptica nietzscheana o directamente desde el opuesto hedonista. Y como finalmente expone Chang-dong, cada uno de nosotros debe elegir una opción impulsado por las circunstancias. Ahora bien, ¿son todas las opciones igualmente válidas? Desde luego la respuesta no la hallaremos aquí y por mi parte la estimaré más pertinente en un futuro esperemos próximo.

David López

David en 03/03/2008

Hola Gabriela

Muchas gracias por tu comentario. Me parece un punto de vista muy interesante y oportuno.

Gabriela Gorches en 02/03/2008

El comentario de David López me ha parecido muy interesante. Sin embargo, no estoy de acuerdo con su percepción de que Lee Chang-dong ha temido profundizar en el tema de Dios y el mal, latente en su historia. Creo que efectivamente es un tema presente, al igual que otros de los mencionados por López (el dolor, la fe, la justificación moral de nuestros actos), pero en mi opinión éstos sustentan a los temas principales que son el perdón y la redención.
López dice que el capítulo más significativo es en el que Shin-ae abraza la religión cristiana, aunque afirma que su transformación resulta muy sospechosa. Coincido en su aprecio por esta escena, pero pienso que es más destacable la otra en la que Sha-ea, que iba dispuesta a perdonar al asesino de su hijo, se entera de que ya no es necesario, pues el hombre ha sido perdonado por el propio Dios. Ese hecho es el que genera la crisis de su recién adquirida fe: el Creador, que hasta ahora la había distinguido de los demás a través de un sufrimiento indecible, que le había inspirado la forma más sublime de trascenderlo, de pronto la traiciona quitándole la oportunidad de emparejarse con él a través de una acción magnánima. La crisis es total, tanto, que regresa a la protagonista -junto con el espectador- al mundo “de lo que se ve”. En mi opinión, es en ese momento que empieza a desarrollarse el verdadero planteamiento de Chang-dong: la redención para el ser que sufre, si existe, será sólo la que descubra a través de su prójimo, y éste no hará más que “sostener” el espejo que le ofrece un reflejo de sí mismo.
-¿Y cómo es Miryang?, pregunta Shin-ae a quien la recibe y pronto se enamorará de ella. Es un poco como todos los sitios, dice él, y yo pienso que se refiere a que también ahí existe la posibilidad de descubrir el brillo del sol, a veces no tan evidente.
Gabriela Gorches
gabyomilo@yahoo.com.mx

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