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'Stoker' de Park Chan-wook

El último trabajo del director coreano, estrenado en premiere estatal en el Fant de Bilbao, demuestra que Hollywood no ha sido capaz de domesticar su universo creativo.

Publicado: 06/05/2013

'Stoker' cierra la 'Trilogía de lo no humano', una saga que inauguró Park Chan-wook con 'Soy un cyborg', cuya protagonista era una chica recluida en una sanatorio mental que sueña con dejar de ser humana para convertirse en robot, seguida del vampirismo moderno de 'Thirst', donde una adolescente marginal aspira a ser vampirizada por un párroco que se muestra incapaz de reprimir sus instintos más primarios. El coreano, en su primera incursión hollywoodiense, mantiene la temática vampírica, pero la cultiva desde un refinamiento más sutil y sugestivo que en su ejercicio anterior. En 'Thirst', los elementos que remiten al vampirismo clásico son reveladores, entre ellos la sed de sangre, mientras que en 'Stoker' el rasgo más esclarecedor de este folclore es la pulsión de muerte vinculada a la consumación sexual en su forma más agresiva, uno de los elementos primordiales de la maraña conceptual que teje el director de 'Old boy'. Como ya hizo Tomas Alfredson en su particular cuento gótico 'Déjame entrar', que plasmaba los aspectos más crueles de la humanidad rompiendo con los tópicos iconográficos, el asiático se centra en el perfil de una escolar que sufre el rechazo y el aislamiento.

El despertar sexual y el paso de la adolescencia a la madurez son claves en la 'Trilogía de lo no humano'. En el caso de 'Stoker', esta idea la encarna el personaje de India (Mia Wasikowska), una proto-adulta especialmente sensitiva y cándida cuyo lazo afectivo más fuerte es el paterno-filial. El día de su 18 aniversario es sorprendida por la repentina muerte de su progenitor y la entrada en escena del misterioso tío Charlie, que será determinante para el florecimiento de un apetito libidinoso y violento en el seno de la jovencita. Un trance complejo y ambiguo, el de la edad adulta, que Chan-wook resume con una brillante solución conceptual: cada cumpleaños, como si de un ritual se tratase, su padre le regalaba unos zapatos nuevos, siempre el mismo modelo pero cada año un número mayor; cuando Charlie se instala en la casa de su difunto hermano, junto a su cuñada Evelyn (Nicole Kidman) y su sobrina, romperá con la tradición sustituyendo el aburrido calzado infantil por un tacón alto, con los que India se sentirá realmente cómoda. Las transiciones, los encadenados y la rítmica musical del montaje, ligados a sugerentes metáforas que representan la pérdida de inocencia, o, simplemente, se emplean como un delicado juego estético capaz de relacionar dos ideas mediante la poética visual, promueven las secuencias más excitantes de un film arrebatador.

Desde que Park Chan wook introdujo los temas sociales en sus universos fantásticos concilió dos formas de hacer cine, conjugando la perversión y el mal latente que anida en la humanidad con la libre creación artística. En esta ocasión, el vampirismo conceptual es la aportación surrealista del coreano para abordar una crítica radical de la familia como institución, en la que a menudo las relaciones parentales están envenenadas. Los Stoker guardan en lo más profundo de sus genes una naturaleza depredadora insaciable (India, desde pequeña, agudiza sus sentidos acompañando a su padre en cacerías), a falta de la chispa que prenda la mecha para que estalle un impulso salvaje. Arrastrada por la seducción de Charlie, la inclinación velada hacia la maldad que atesora India se materializa en un desenlace que empuña aquella fórmula que tan buenos resultados dio en el giallo italiano: brutalidad y belleza.

María José López


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