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Monsters

Road movie existencial con etiqueta de película de monstruos, el primer trabajo de ficción del documentalista británico Garreth Edwards oscila entre su condición de producto independiente y sus escasas concesiones al cine de género, mientras desarrolla, de forma paralela y con indudables propósitos líricos, una historia esencialmente romántica que tiene tanto de platónica como de inconvencional.

Publicado: 20/01/2011

En su camino de retorno a la Tierra, una sonda espacial —enviada por los hombres con el objeto de recoger muestras que prueben la existencia de vida alienígena— se estrella en México, alumbrando en su superficie selvática una especie animal de origen extraterrestre (y carácter irascible), lo que provoca que los países vecinos propongan la construcción de un área de aislamiento, que denominan "zona infectada", mientras los puestos fronterizos se preparan para una batalla que se adviene imparable con vistas a evitar que la presencia de dichos monstruos se propague por todo Norteamérica. En mitad de este contexto prebélico, un fotógrafo que se encuentra cerca de la zona infectada acude al rescate de la hija, herida, del editor de la revista para la que trabaja, viéndose forzado a acompañarla hasta el ferry que debe llevarla de vuelta hacia los Estados Unidos. Una serie de infortunios y de decisiones precipitadas provocarán un cambio en sus planes y rutas, desviando los pasos de la pareja hacia el área en cuarentena, único camino habilitado para su regreso al hogar.

Monsters propone una renovación de la animal attack movie desde su misma raíz, acoplándolo a postulados que parecen no querer pertenecer a ningún género, transformándose en una obra tan próxima al cine social (la invasión extraterrestre funciona, al igual que ocurre en Distrito 9, como una parábola, esta vez con la emigración mexicana como referente) como existencial, por lo que de viaje iniciático-redentor tiene el trayecto en el que se embarcan los dos protagonistas. En este sentido, y al igual que ocurre en Cloverfield (los monstruos siempre aparecen en segundo plano aunque su presencia se intuya en todos los rincones oscuros), la presencia alienígena actúa de catalizadora de una historia, esencialmente, afectiva, al menos en sus primeras fases. Las referencias cinéfilas son variadas (y significadas) pero ello no le resta un ápice de valor al suculento relato introspectivo que propone Edwards en Monsters. En su camino de regreso a casa, y mientras transitan por un territorio devastado por la circunstancias (The Road), son acechados por una camada de monstruos de aspecto gigantesco directamente extraídos del universo Lovecraft (La Niebla). Pero, quizá la comparación que más sorprenda sea la de La Reina de África; y es que, Monsters articula en torno a su eje argumental una historia amorosa, aun sugerida, entre dos personajes singularmente desorientados –tanto en el plano físico como en el afectivo- que se ven forzados a compartir una travesía por el mismísimo averno.

Monsters es mucho más que la suma de todos sus referentes (conscientes o no). Su premisa de partida no solo contextualiza la película: también la repleta de incertidumbre. Los monstruos, así como los combates que promueven los hombres con quienes se enfrentan, siempre quedan en segundo plano pero, al mismo tiempo, su presencia siempre está latente. El contexto va a determinar, pues, todo el entramado dramático pero nunca lo supedita a él. También en esto se desmarca de cualquiera de las películas que la preceden. Como cinta de género, proyecta sus intenciones dentro del ámbito de la ciencia ficción; si bien, su tono realista (nunca antes una ficción científica pareció menos ficción que en esta película de Gareth Edwards), casi de cine social (no en vano, los primeros borradores de esta historia enmarcan su argumento docu-dramático dentro de un hábitat lacerado por la irrupción de la gripe aviar) consigue evitar cualquier epítome efectista. En esta tesitura, más psicológica que espectacular, hombres y monstruos tratan de buscar su lugar en un mismo ecosistema; y lo hacen mientras reflexionan sobre su pasado, presente, futuro, identidad y naturaleza, en mitad de un paraje inhóspito solo en apariencia, sobre todo cuando dicho viaje adquiere, por momentos (y más aún en su tramo final) un propósito curativo.

Como parábola social, Monsters ofrece un inteligente retrato de la inmigración norteamericana. La pareja atraviesa México con la esperanza de llegar a la frontera estadounidense, representada aquí por un Muro de proporciones mastodónticas. Cuando los personajes llegan al otro lado, sus caracteres ya han mutado de forma invencible. Los alienígenas, desde esta perspectiva, asumen no ya el papel destructor o aterrador propio de la animal attack movie sino terapéutico. La travesía ha representado, pues, en los personajes un punto de inflexión inexorable. En este momento, la comparación con Lost in traslation (o, incluso, con Antes del amanecer) ya no es exagerada. El último de los alicientes de los que se nutre Monsters tiene que ver más con la lírica que con la narrativa, incluyendo, ya en su tramo final, una de las mejores (y más entrañables) secuencias de todas y cuantas ha parido el género fantástico en el último lustro, junto al aparcamiento de una gasolinera embebido de tentáculos, pasión y deseo.

Narrada a través de un larguísimo flashback (apenas subrayado por una sucinta sintonía musical: otro de los gozosos detalles que dignifican la cinta), Monsters de Gareth Edwards se sustenta dramáticamente por la calidad de sus dos intérpretes principales (Whitney Able y Scoot McNairy). El resto lo pone un guión, singularmente lúcido, capaz de construir sobre cimientos demasiado trillados una historia tan condenadamente hermosa como trágica; una de las películas independientes del año. Un must see ineludible.

J. P. Bango  

"Monsters" de Gareth Edwards se exhibió en la Semana Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Granada - Fantasmagoria 2010.

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