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Normal

Ganador del premio al mejor director en el último Festival de Sanghai por su trabajo en “Normal”, el director Julius Sevcik, de solo treinta y dos años, se postula como una de las más grandes promesas de la cinematografía checa en su modalidad de cine de género.

Publicado: 05/07/2010

No es un título menor en una cinematografía que lleva más de medio Siglo reinventándose en la retaguardia de los diferentes regímenes políticos de los que ha formado parte (liberalismo, nazismo, comunismo, neo-capitalismo), tratándose de hacerse un hueco, de forma adicional, en un mercado internacional preñado de producciones de mayor enjundia presupuestaria y pretensiones, pero no de inventiva, precisamente, uno de los rasgos que definen al cine checoslovaco durante buena parte del siglo anterior. El segundo de esos rasgos es su exquisitez formal; un carácter que adquiere en la obra que ahora nos ocupa un  singular protagonismo tanto en el campo de la escenografía (una de sus principales bazas) como en el de la fotografía, el montaje o la dirección.

Adaptación de la obra epónima de Anthony Nelson, “Normal” se introduce en la biografía del popularmente llamado “vampiro de Dusseldorf”, Peter Kürten, un asesino en serie que aterrorizara a la población alemana en el período de entreguerras, pero al contrario de lo que ocurre en otras producciones anteriores, algunas tan importantes como “M. El vampiro de Dusseldorf” de Fritz Lang, centradas en la cotidianidad del asesino o bien en el proceso de investigación que la policía inicia a raíz de la intensificación de su actividad delictiva, “Normal” de Julios Sevcik propone una revisitación del caso desde la perspectiva de aquél que se encarga de su defensa una vez detenido, un joven letrado llamado Justus, carne de cañón de un sistema inmerso en una profunda reestructuración que necesita, a toda costa, un chivo expiatorio sobre el canalizar buena parte de sus desajustes emocionales, en mitad de la recesión económica  que sacude al país en los primeros años de la década de los treinta. El joven protagonista, sometido a una presión insoportable, se auto-impone la obligación de indagar en el pasado de Kürten, hurgando en los cimientos que definen su personalidad,  tratando de desentrañar el misterio que rodea su vida, en sus propias palabras, deseando resolver in dubio pro reo una vieja disyuntiva: conocer si Kürten ha nacido embebido de malignidad o ha sido la propia sociedad, su entorno, quien lo ha convertido en un monstruo.

Las referencias a El Silencio de los Corderos, a Homicidio en primer grado o a A sangre fría son ineludibles, sobre todo en relación al trato que se dispensan letrado y cliente, como también lo es su carácter de thriller procesal de desarrollo previsible pero apasionante; un descenso a los infiernos de la naturaleza humana, que tiene que ver tanto con el drama antropológico (desarrollado a medida que se van revelando detalles de la vida de Kürten) como con la denuncia social (expresada en la sed de venganza que domina todo el proceso), una base argumental de indudable pretensión a la que el director suma una singular ornamentación estética, mezclando retazos de cine negro de carácter evocador con secuencias oníricas, especialmente presentes en los numerosos flashback que jalonan el relato. Todo junto hace de “Normal”, en fin, un correcto ejercicio de estilo que sabe mejor, cuánto más se aleja de sus referentes.

J. P. Bango

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