"La Búsqueda: El Diario Secreto" por Carlos Polite

Publicado: 02/01/2008

Era más que evidente que íbamos a tener segunda parte de uno de los mayores éxitos generados dentro de ese enorme hueco que dejó Indiana Jones. Hay que decir que la primera parte era una más que una digna y rabiosamente entretenida cinta de aventuras que un servidor disfrutó como un enano. Lo llaman placer culpable, como al chocolate. Pues bien, la segunda lo tenía todo para resultar mejor que la primera y fíjate por donde, resulta un completo y absoluto desastre, a la par que una aburrida y polvorienta aventura de dos horas.

Sí, tiene el mismo plantel de actores que la primera, al que se incluyen dos fichajes de lujo como son Helen Miren como la madre del protagonista y Ed Harris como malo muy poco malo de la función. Sí, repite los mismos ingredientes que la primera en cuanto a espectacularidad y comicidad en medio de una trama absolutamente delirante y absurda. Y sí, aburre a cristo y su madre.

Todo lo que en la primera parte funcionaba a la perfección aquí resulta molesto: Nicolas Cage con sus brillantes dientes Profident que se llevan los aplausos de su interpretación; los chascarrillos cómicos de su acompañante que al final resultan reiterativos y poco graciosos; un malo de baratillo; y sobre todo una trama que siendo tan poco creíble como la de la primera parte, no consigue atrapar o interesar al espectador como lo hacía su predecesora. Desde luego no se han esmerado demasiado en cuidar los detalles y en dar una mínima coherencia al conjunto, que en algunos momentos sobrepasa el ridículo con creces y causa sonrojo (el secuestro del presidente). Encima cargan las tintas sobre un patriotismo al estilo yanqui que apesta a trasnochado y que hace que te retuerzas en la butaca de mala manera.

Lo que me temo es que tendremos tercera parte a la vista del exitazo del film que seguramente borrará todo buen recuerdo de su primera parte. Sólo espero que el 22 de mayo (fecha ya señalada en el calendario) Indiana venga a poner las cosas en su sitio y a reclamar el trono que le pertenece por derecho propio. Al rey lo que es del rey, el resto segundones.