Septimo Vicio - El cine visto desde otros t iempos

La sangre de un poeta

La verdad nunca es simple. A veces creemos estar al corriente de algo adquirido con ligereza y rapidez. Pero la precisión no tiene prisa.

Publicado: 24/01/2011

Se sabe que Jean Cocteau era poeta, novelista, dramaturgo, diseñador, dibujante, autor de libretos y cineasta,… pero apenas de su adicción al opio, de su pericia para organizar los primeros conciertos de Jazz que se realizaron en Europa o de su exquisita educación con todos que rayaba, según decía Truffaut, en el cinismo. Autor versátil, amigo de Satie o Stravinski, Dalí, Buñuel o Mallarmé también simpatizó con el nazismo si bien gracias a su mediación , Picasso no fue detenido por la GESTAPO. Pero la revolución, y tampoco la surrealista, nunca ha sido una invitación a tomar el té. Aunque muchos consideran aún su obra adscrita al surrealismo, jamás perteneció a este movimiento. Entre otras cosas porque el mismo Breton lo acusaba de frívolo, calculador y reaccionario. Pero sí que exploró y tomó en su producción -fuera literaria, plástica o cinematográfica- muchos aspectos de las vanguardias en sentido amplio. Si atendemos a su filmografía, y retomando el ya clásico debate Pasolini/Rhomer entre cine poesía y cine prosa, Jean Cocteau hizo invariablemente cine poesía o experimental, como ahora se la conoce. Y esta es su gran aportación como cineasta.

"La sangre de un poeta" ("Le sang d´un poete"), rodado en 1930, fue su primer film. Pero no fue la única vez que tomó el mito de Orfeo. Podríamos decir que es el nódulo, estilema propio, de toda su obra y que, quizás por ello, volvió de nuevo con dos nuevos ensayos Orfeo (1950) y El testamento de Orfeo (1956). Sin duda se identificaba con un personaje que, como él, conoció el exceso y rastreó la búsqueda formal y personal. Orfeo – decía en “Declaraciones sobre el cinematógrafo”- atrae, intriga, remueve y obliga a la reflexión con el otro y consigo mismo. El mito de Orfeo remite a la lírica y a la música. El más famoso poeta era apreciado por sus recitales, por su armoniosa voz que acompañaba c0n la lira. ¿Como no reconocer aquí la pulsión invocante, el propio objeto voz separado de su soporte con esa sonoridad instrumental…?

Pero, al mismo tiempo, Cocteau se interesaba por las imágenes, por el cinematógrafo al que llamaba “la máquina de imágenes” que según él mismo decía era “un arma muy poderosa para la proyección del pensamiento, incluso ante una muchedumbre reticente”.

En esas mismas “Declaraciones” cuenta como se interesó por las vanguardias: el joven Cocteau, cercano a la música, creaba escenografías y libretos para ballet cuando Diáguilev le desafió: “Sorpréndeme”. Desconcierto, fascinación, estupor que remite a la pulsión escópica que no es la imagen en la pantalla sino el propio objeto mirada.

Voz y mirada, Orfeo y cinematógrafo, se cruzan en Cocteau no solamente como representación de las vanguardias artísticas sino como modo de expresión de su identidad sexual.

No me consta que conociera personalmente a García Lorca aunque sí desde luego su obra que admiró gracias a los amigos parisinos de la Residencia. Pero ¿como no reconocer en los dibujos de Lorca, los bocetos de Cocteau? Como no hacerlo con obras como El público o su guión de Viaje a la luna? Incluso en las propias desavenencias con Dalí y Buñuel? Influencias desde luego se pueden rastrear, pero ¿Quizás en ese cruce de mirada y voz hubo también identificaciones sobre su sexualidad?

"La sangre de un poeta" no es de 1936. Cocteau no sabía del asesinato aún pero siempre estimó la Andalucía. Residió, incluso, un tiempo en Málaga donde llegó a realizar diferentes escritos y bosquejos. Tan cerca. Tan lejos.

Visor W

Tags:

Novedades en Septimovicio





Tags populares